fabian | 30 Novembre, 2006 19:45
No sé bien el porqué, pero ya huelo a Navidad.
No es porque ya canten villancicos en los anuncios de la radio ni porque nos machaqueen mostrándonos regalos ni porque nos anuncien en los media lo que vamos a gastar. No, no es nada de toda esta parafernalia la que me indica que estamos cercanos a la Navidad.
Yo creo que en gran parte pueden ser la luz de la mañana y la cortedad de la tarde; especialmente la primera.
"La Primavera", de Alba Papini. En L'esplendor de la festa
Ha llegado un frío chiquito (es un poco vergonzoso llamar frío a este frescor) y ya hay gente que se ha puesto un chaquetón, pese a que aún muchos vamos "a cuerpo", sólo con jersey. Se habla de "cambio climático" como si fuera una terrible novedad. No quiero dar explicaciones, pero mi imaginación acude a esas ruinas de ciudades romanas en medio del desierto africano. Eran, sólo hace dos mil años, el "granero de Roma". La canción dice "canta y no llores, corazón, no llores más porque la aurora a la noche triste se llevará". Ahora ya algunas informaciones están cambiando argumentando que, por efectos de las corrientes marinas, especialmente la del Golfo, puede ser que entremos en una glaciación rápida. Tampoco me convence mucho, pero su argumento lo encuentro más completo que el anterior.
No sé bien el porqué ya huelo a Navidad. He salido a media mañana, hacia las diez, a buscar unos libros. Las tiendas abrían y la gente estaba contenta, quizás pensando en el negocio que se les avecina. Pero no, no era por eso. Tal vez era la luz no excesiva, no deslumbrante, matizada.
La canción canta: "Todas las mañanitas vuelve la aurora y se lleva la noche triste y traidora. Canta y no llores, corazón."
El bar estaba repleto, lo que sólo ocurre en esta época. Un grupo de hombres versados en el tema local criticaban la reforma del Borne, un paseo que en tiempos era el centro de Palma, el corazón de la ciudad. Ahora ya no, ahora el corazón se ha trasladado a los grandes almacenes y el Borne aparece casi vacío bajo sus grandes plátanos de sombra de hojas grandes ya marrones. He dejado el libro (cinco gruesos tomos) sobre la mesa y he pedido un café. Quien más criticaba era precisamente un contratista de obras; decía que las baldosas del suelo no eran de buena calidad. A su lado, un anciano guiñaba un ojo y pícaramente hacía un gesto ostensible de dinero. "Le gusta mucho el dinero a éste", ha dicho.
Campanet en el Mapa de Mallorca del Cardenal Despuig (1685)
"Volverá la aurora y tu noche triste se llevará", canta la canción del "Canta y no llores, corazón". No me gusta la Navidad del comercio. Me gusta la Navidad de la familia, del belén, del villancico y de la nana. La Navidad de un Niño que nace y que es esperanza.
Pese a la publicidad del regalo y del restaurante y el cava, ya huelo a Navidad. Me lo indica la luz de la mañana y la canción triste que escucho en el largo atardecer. Me lo dice la estufa ya encendida. ¿? Posiblemente me lo indique algo más, una espera larga. Celebraremos el nacimiento en familia, espero, en paz, sin movidas especiales.
Hay que pensar en algún nacimiento, algo nuevo interior, algo no material. No sé qué podría ser; no se me ocurre nada. ¿Qué necesitaría? Me doy cuenta de que en la vida llamémosla espiritual, de acercamiento a la naturaleza y a la sociedad, no tengo caminos trazados; no tengo hitos por los que pasar. Que en ese espacio de vida estoy perdido, no tengo mapas. Posiblemente sea eso lo que necesite: un mapa de vida para el espíritu.
¿Dónde puedo encontrarlo?
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