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Del Grand Hotel y la industria de forasteros

fabian | 03 Novembre, 2014 16:50

Joan Palmer Miralles fue un empresario mallorquín que en Uruguay hizo fortuna con un negocio de zapatería. Al comenzar el siglo XX volvió a Mallorca donde estudió cómo invertir su fortuna, decidiéndose por el turismo. siguiendo los discursos que se daban en la prensa local, principalmente los artículos de Miguel de los Santos Oliver "Desde la terraza", que en 1890 se publicaron en libro. Su fortuna se concretó en un proyecto: la creación del Grand Hotel de Palma. Palmer asumió todo el riesgo económico. Tuvo al principio otro socio capitalista - Truyols - y un gerente - Albareda -. Mas a las primeras dificultades, estos socios abandonaron el proyecto. El hecho fue que el proyecto inicial del Grand Hotel fracasó a los pocos años. Los cálculos iniciales habían fallado en la concepción del tipo de cliente. Se consideraba que serían personas adineradas que pasarían meses en el hotel palmesano; pero ese supuesto falló pues la gente adinerada exigía mucho más que un hotel de gran lujo; requerían también diversiones de gran categoría: casino, teatro, ópera, y, sobre todo, un grupo de personas de igual o superior rango social. Todo ello Palma no se lo podía ofrecer. Y Palmer, en 1907 cambió la concepción turística del Grand Hotel ofreciendo otro tipo de programa turístico más acorde a los clientes reales del hotel en que había invertido su dinero.

El discurso sobre turismo en Palma lo sostenían personas que habían viajado por Europa y habían conocido el turismo en Italia, Suiza, Francia y el Tirol y lo presentaban como modelos para el desarrollo económico de Mallorca. Miguel de los Santos Oliver fue adalid de esa postura en un grupo de artículos periodísticos en La Almudaina que portaban el antetítulo de "Desde la terraza". Sus ideas fueron recogidas por Bartolomé Amengual quien en 1903, mismo año de la inauguración del Grand Hotel, publicó "La Industria de los Forasteros" en la tipo - litografía de Amengual y Montaner de Palma. Tanto el Grand Hotel como este opúsculo de cuarenta y tantas páginas fueron pioneros en España.

El índice de esta publicación es: Prólogo de Juan Alcover; I. Comparaciones. II. La industria de los forasteros en Suiza; III. La industria de los forasteros en Italia; IV. En otros países; V. Lo que hay que hacer; VI. Pro Maiórica; y "Conclusiones" lo termina.

Recojo el apartado "I. Comparaciones":

AmengualIndustria

I

Comparaciones

He de confesar ingenuamente que me sorprendíó sobremanera encontrarme, hace un par de años, en los periódicos italianos artículos en que, bajo el título de L'industria dei forestieri ú otros análogos, se estudiaban los medios, más apropiados para explotar con decoro y habilidad á los visitantes de la Península Itálica.

-¿Cómo?— hube de preguntarme— ¿no es eso un colmo de industrialismo?; ¿no constituye brutal ofensa á la dignidad humana convertir al touriste en materia explotable? En un siglo en que se ha declarado criminal y casi se ha abolido el tráfico negrero, en una nación que ha suprimido la protección oficial á la trata de blancas, ¿se ha de hablar con tal descaro de la industria de los forasteros... como se habla de las industrias textiles y de las industrias agrícolas?

Bien pronto me convencí de que sí los italianos hablaban sin tapujos de l' industria dei forestieri los suizos hacían más: la explotaban en grande escala sin hablar de ella.

Y apenas leí la primera mitad del primer articulo que cayó bajo mi vista, tuve que convencerme de otra cosa aún más gravé: de que la industria de los forasteros, lejos de ser materia pecaminosa, constituye uno de los negocios más lícitos y honestos que puedan darse en el vastísimo campo de las especulaciones económicas. Tan lícito y honesto, que los que son objeto de él, los que podríamos llamar explotados, desean la mayor perfección posible en el arte de explotarlo; porque saben por experiencia, ó aprenden fácilmente, que cuanto mejor lo conoce el industrial ó explotador, mayores ventajas ellos obtienen.

A un caballero catalán, que ha viajado mucho por Europa, especialmente por Suiza, una señora de Olot le ponderaba, por punto de patriotismo local, las excelencias de aquella comarca.
—¿Dónde hallará V.—le decía— temperie más suave, ambiente más puro, naturaleza más esplendida que en estos lugares? Aqui no hay mudanzas bruscas de temperatura, ni los peligros que en otros parajes... Y en cambio abundan de tal suerte las fuentes minerales de toda especie que sólo en un pequeño espacio hay treinta y dos.
— Pero aquí no hay suizos, señora,— respondió el caballero. — Aquel país ofrece todas las comodidades apetecibles, gracias al ingenio, al espíritu de empresa, al carácter apacible y servicial de sus habitantes. Donde quiera que vaya V., en cualquier rincón de la República Helvética, halla albergue aseado y confortable, comida sana y bien condimentada, trato esmerado y respetuoso. La naturaleza es bella, en muchos puntos sublime, ofrece al viajero todos los encantos y todas las grandezas necesarias para fascinarle; pero tanto como la naturaleza, atrae á los extranjeros el buen trato y la inteligencia de los habitantes, la comodidad de los alojamientos, las facilidades que para todo se encuentran.

Muchos me objetarán: «Pero ese confort, esas ventajas se pagan muy caras en Suiza. Allí van lores, millonarios americanos, principes y magnates de todas las naciones europeas. Los países que no tienen la suerte de ser visitados por los grandes de la tierra, no pueden tampoco, por falta de medios, ofrecer comodidades.»

Esta objeción, variando más ó menos la forma, es la que oponen siempre los pueblos indolentes y estacionarios á las reconvenciones de los hombres que les estimulan á progresar: «No tenemos industria porque nadie nos compra los productos. ¿Por qué hemos de gastar zapatos... si no andamos?¿Por que andar si nos hallamos tan bien... echados? Apenas vienen forasteros; los pocos que por ahí asoman no son millonarios, ni principes, ni lores; luego hay que tratarles con desconsideración: no proporcionarles buen albergue, darles nuestra misérrima comida, ponerles á todo dificultades... cobrándoles después cualquier cosa. Porque lo que tienen de menos en comodidad, lo encuentran de más en el bolsillo, pues no hay duda de que si les albergamos mal, también les sale casi de balde. Ya es sabido: en los países pobres, todo lo es, incluso la hospitalidad.»

Sin embargo, existe en esta materia un principio no formulado y que me tomaré la libertad de formular ahora parodiando una célebre frase del Conde de Saint-Simón, el autor del Nuevo Cristianismo, principio cuya aplicación práctica y en cierto modo inconsciente está dando grandes resultados en algunos países: «A cada uno hay que tratarle según su categoria y á cada categoría según su caudal.»

La persona de condición modesta, que realiza un viaje de placer... económico, podrá sujetarse, en gracia á la baratura del albergue, á dormir sobre mullido catre y á comer unas sopas de ajo ó de col y un pedazo de carne de la forma y dureza de una suela de zapato; pero el inglés, el francés, el alemán, el norte-americano que viaja por España é islas adyacentes con la bolsa repleta de oro ó de documentos al portador, á quien se le sirve de esta manera, no duerme ni come, y se marcha renegando de haber venido y dispuesto á aconsejar á todos sus parientes, amigos y conocidos que se abstengan de imitarle.

— ¡Ah, España! ¡Hermoso país! ¡Mallorca, Mallorca! ¡Cuántas bellezas! ¡Qué de encantos!... Pero no vayan Vdes. En muchos puntos les harán sufrir hambre y sueño... si bien les hospedarán casi de balde. Serán tratados Vdes. como mendigos.

En Mallorca no se conocen ni los rudimentos de la industria de los forasteros.

Y ¿en qué consiste propiamente esta industria?

Mejor que una definición, servirá para darla á conocer un relato de hechos con ella relacionados.

Pero como esto alarmaria desmesuradamente este articulo, lo dejaré para otro, o para otros, pues considero el asunto de tanta importancia para Mallorca, que no pienso abreviar por el temor de hacerme pesado, aunque corra el peligro de que sean mis observaciones sermón perdido.

Este librito de Amengual tuvo un fuerte impacto en la isla y en España. Dos años después se crea la "Sociedad del Fomento de Turismo de Mallorca", también pionera en España. Sobre la figura de Bartolomé Amengual no he encontrado ninguna biografía en Internet, por lo que recojo la que presenta la Gran Enciclopèdia de Mallorca en su tomo I, traduciéndola al castellano:

Bartolomé Amengual Andreu

Amengual Andreu, Bartolomé (Felanitx 1866 - Barcelona 1961)

Periodista, economista y jurista. Estudió Derecho en la Universidad de Barcelona. Comenzó a escribir en El Felanigense, realizando estudios literarios y económicos. También colaboró en La Almudaina de Palma y en diversas publicaciones de Barcelona. En 1902 fue secretario de la cámara de Comercio y Navegación de Barcelona. Ocupó cargos en el Consejo de Economía Nacional de Madrid y fundó en 1909 la Sociedad de Atracción de Forasteros de Barcelona. Destacó su participación en empresas nacionales e internacionales y en la organización de cursos organizados como el VII Curso Internacional de Expansión Comercial realizado en 1914. Obras suyas son La Industria de los Forasteros (1903), El arbitraje internacional en cuestiones de comercio (1907), además de artículos y estudios económicos y mercantiles. En 1929 el Ayuntamiento de Felanitx lo nombra "Hijo Ilustre de la Ciudad".

Comentaris

Amengual

Andreu Comellas | 04/11/2014, 01:00

Es posible encontrar lo que anda buscando, en alguna libreria "de viejo":

BARTOLOMÉ AMENGUAL Y ANDREU
Hijo Ilustre de Felanitx

Escrito por (otro olvidado): FELIX ESCALAS y CHAMENÍ en el año 1929.
Editado por: Gràfica Moderna de Barcelona.
Opúsculo de 65 p.

Re: Del Grand Hotel y la industria de forasteros

Fabián | 04/11/2014, 19:56

Andreu:

Gracias por la información sobre este libro.

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