fabian | 13 Gener, 2006 16:16
Ayer fue investido Doctor Honoris Causa por la Universitat de les Illes Balears un hombre sencillo, un escritor heterodoxo, don Cristóbal Serra.
"En estos tiempos en que en que la contraseña es el utilitarismo, puedo decir que he buscado la salvación en el trabajo inútil e inadvertido."
"El trabajo inútil e inadvertido", dijo. Pero, cuidado, Lo que él llama "trabajo inútil", basado en el pensamiento incisivo, posiblemente sea a la larga el más útil y necesario para el conjunto de la sociedad. Su lección magistral titulada "Elogio de la sencillez" nos aclara estas palabras, siempre humildes y sabias, de un hombre al que podemos imaginar en una acogedora salita sentado ante una camilla con brasero, papel y tinta bajo la luz de lámpara de pie y rodeado de libros leídos y repensados en sus paseos, libros que desbordan la superficie de su hogar. Carlos Garrido, periodista que define a don Cristóbal como "escritor y sabio de saberes raros", nos cuenta hoy en su artículo El poder de la soledad irradiante:
Qué portentos puede hacer un hombre solo. Sentado en una mesita camilla, con una luz cálida de mesa. La persiana entornada sobre el Avinguda Argentina. La paredes llenas de libros. Y un hombre cavilante, que se sostiene la mandíbula con la mano en gesto concentrado. Los cabellos blancos y algo alborotados, los ojos menudos tras las gafas. Con una caligrafía precisa y elegante, entre coqueta y un poco infantil, escribiendo apenas unas frases en un folio. Nada más. La luz, el sonido amortiguado de los coches... Pero cuánto contenido puede haber en esa escena. Algunos han cambiado el mundo sentados en su mesa, con gesto pensativo. Es el laboratorio de las ideas y la vida interior. La soledad irradiante.
Los flashes proyectan la sombra de un hombre inclinado para recibir los honores. Entre tímido y ausente. Silueta proyectada en las paredes de color crema.
Llega entonces el momento de la lección magistral. Y Serra, que hasta entonces lo contemplaba todo con un punto de estupor, llena la sala de vida. De palabra y realidad. Es un octogenario, poco amante de la pompa, escritor de libros que no buscan el éxito. Pero su verbo, su reflexión, adquiere la potencia de un dragón de las ideas.
Ese hombre que defiende la sencillez, que confiesa haber traducido a filósofos chinos sin saber chino, que alaba la figura del asno, es uno de los grandes referentes de la literatura contemporánea española precisamente porque no ha querido serlo.Probablemente sin quererlo, Serra está formulando las cuestiones candentes de nuestro tiempo, que por otro lado a él le importa un bledo. La falta de autoconocimiento interior, la ausencia de la poesía entendida como numen y trascendencia, la defensa de lo pobre y lo humilde, la ternura hacia el desvalido, la medida de las cosas a partir de la experiencia personal, esencial. La vuelta al niño que llevamos dentro.
Y en ese momento, se invierten imaginariamente los papeles. Y todos los oropeles de una institución secular como la Universidad, los ritos, los títulos, las cátedras, las jerarquías quedan en la sombra. Ante la palabra, la experiencia creativa, de un hombre solitario.
En el jardín de los doctores honoris causa eligió plantar una higuera "posee, como Heráclito, la virtud de la dualidad, porque su fruto se come fresco y también seco. Y yo creo mucho en la dualidad". "He creído que los solitarios, los aislados, son los más auténticos comunicantes", afirmó. "Los demás, los hombres de las comunicaciones, se hacen eco, vulgarizan, informan, pero no representan el vitalismo irracional que arroja luz". Sobre la lengua y el lenguaje poético nos dice:"Desde muy joven no he ido en busca de la lengua, sino que ésta me ha visitado. De la misma manera, no voy en busca de la poesía; espero que me visite". "Me harta el estilo demasiado rico en vocablos. Y, personalmente, me inclino a no hacer demasiado dispendio de palabras". "Al modo de una verdad evangélica, la riqueza literaria reside en cierta penuria".
Acabó su discurso defendiendo con Novalis que la razón no basta para iluminar la vida de un hombre. "La infancia es la gran preservadora", concluyó. "Es el amuleto con el que hay que permanecer incontaminados".
Me alegra enormemente que don Cristóbal Serra haya sido reconocido en el mundillo académico de la isla.
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30 de enero de 2006
Añado este enlace al pdf publicado por la Universidad de las Islas Baleares qoe presenta la Justificsción, las obras de Cristóbal Serra, el discurso del doctor Perfecto Cuadrado (págs 6 a 12) y el discurso de Cristóbal Serra: Elogio de la Sencillez (págs. 13 a 36).
También, el artículo Cuando el mundo nos cae grande, de Roman Piña Homs, en el que habla del discurso.
Álvaro | 14/01/2006, 01:02
Fabián | 15/01/2006, 16:16
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mirollull, el protestón | 13/01/2006, 19:36