fabian | 30 Desembre, 2008 17:35
La declaración BIC de la Festa de l'Estandard describe la celebración que actualmente se realiza el 31 de diciembre. En estos días ha salido publicado en la Última Hora de Palma un artículo de Gabriel Llompart, investigador de este tema en archivos antiguos, en el que relata cómo era esta fiesta en tiempos pretéritos.
Cuando uno lee la prensa local y se apercibe de la ligereza con la que los políticos locales manejan las tradiciones insulares como un párvulo hechura y rehechura un puñadito de plastilina, se maravilla de que nuestra fiesta de la Conquista haya conseguido perdurar sin perder el palo de la bandera en sus siete siglos largos de andadura.
Si yo dijera ahora que el mero hecho de cambiar el orden de prelación del abanderado de la fiesta del 31 de diciembre - que era siempre un jurat del gobierno municipal - exigía cumplimentar en la Edad Media todo un proceso documental, cualquier ciudadano de hoy en día se espantaría de que sin más ni más se introdujeran en los programas oficiales de festejos tradicionales estas iluminaciones en rojo de la catedral, estos incendiarios neoprofesionales, estos desubicados juegos artificiales, estas carrozas holliwodianas desmadradas con las que alguien pretende identificarse con un director de orquesta. En punto a fiestas no todo el campo es orégano sino que existen unos itinerarios marcados por la tradición. El director de orquesta ha de limitarse a dirigir con maestría la partitura porque el concierto ya está de antemano concertado.
La fiesta tradicional del 'Estandard' en sus primeros tiempos imitaba la fiesta conmemorativa de la conquista de Jerusalén por los cruzados. Por un lado la multitud asistente hacía el recorrido de las murallas de la ciudad hasta una puerta ante la cual se tenía el discurso conmemorativo (léase sermón). Después una comitiva enjaezada llevando la bandera entraba en la ciudad por la puerta histórica del acontecimiento. La comitiva contaba con la caballería que hacía la guardia de honor al abanderado con con la enseña real y una formación de peones, compuesta por los miembros de un gremio de artesanos (a la sazón no había ejército permanente todavía).
De lo dicho se infiere el disparate que se consintió al tener que retirar la tradicional compañía de infantería con bandera y banda de la plaza de Cort la mañana del 31 de diciembre que no hacía más que seguir la tradición primitiva de «fer honor a l'estandard» pero que era atosigada con impertinencia, año tras año, por una panda de ignorantes zascandiles. De hecho el ejército actual hacía las veces de la primitiva hueste municipal. Así de claro.
La espectacularidad del cortejo estaba en que reunía la banda musical más importante de todo el año oficial por cuanto contaba con todos los juglares de la ciudad y de las villas, los cuales solían abrir la marcha.
Una delegación del gremio de marineros montaban el espectáculo de subir y bajar la bandera por encima de la puerta de la muralla. La bandera no pasa por la puerta. De ahí que en las fiestas paralelas del 'Estandard' en el reino de Valencia la bandera no salía por el portal de las casas consistoriales sino que era sacada por una ventana. El jinete portaestandarte la recogía.
Cierto es que en aquellos primeros tiempos no existían las salvas ni la cohetería. Este aspecto del alarde era suplido por la tarde con el concurso insular de tiro al blanco que de ordinario regulaba el gremio invitado por rotación. El instrumento utilizado era la ballesta, a la que competían todo el año los jóvenes en las muestras locales («el camp de l'oca». El premio era la copa que pagaba «la universidad del Reino». El campo de tiro era un tramo del foso de la muralla («el vall») que se acondicionaba convenientemente. Téngase en cuenta que la población militarizada se dividía en escuderos y ballesteros. Eran la defensa de la isla.
En fin, la gran manifestación ciudadana que tomaba parte en la fiesta entraba en la ciudad, tras el cortejo de 'l'Estandard', y por la calle de San Miguel («el carrer de la síquia» que discurría al aire libre) seguía hasta la catedral. En aquel tiempo la gente comulgaba una vez al año, pero en compensación daba mucha importancia a la elevación de la misa, que se avisaba con repiqueteo de campanas. Por ete motivo la manifestación hacía una parada ante la iglesia de San Miguel esperando que hubieran «alçat Déu» en la misa mayor parroquial.
Esta fue durante mucho tiempo la primera fiesta de nuestro calendario, llamada «de San Silvestre y Santa Coloma» (Santa Coloma tenía iglesia en la calle del Sindicato) hasta que se introdujo el «Corpus Christi».
Nadie ha podido hasta ahora encontrar un documento que hablara de danzas en la fiesta de 'l'Estandard'. Quizás no las hubiera. Pero ¿quién sabe? Porque nos consta de cortejos civiles en que las autoridades concurrían a paso de danza. Hay que seguir haciendo preguntas a la documentación de antaño. Al menos hasta el año que viene.
Gabriel Llompart: Plegando y desplegando el 'Estandart' de antaño (en la Última Hora del 26/12/2008)
Es una lástima que estos artículos no estén on line.
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