fabian | 29 Març, 2007 18:31
Por las mañanas acompaño a un familiar a que haga unas sesiones de rehabilitación, así que paso un tiempo de espera. Para aprovechar de alguna manera ese tiempo me compré un libro de bolsillo de pequeño tamaño: Alicia en el país de las maravillas con las ilustraciones de John Tenniel.
La obra es muy conocida (creo). De niño vi la versión de Disney, pero nunca me había acercado a sus páginas. No puedo hablar de la obra completa pues aún no la he leído toda, pero me está gustando y algo más: me está interesando.
Tiene una faceta matemática basada en las dimensiones y proporciones. Alicia crece y decrece, no de manera descontrolada, pero tampoco por algún control voluntario. Sus cambios de estatura son efecto de algunos alimentos o golosinas. A las pocas veces de ocurrirle el fenómeno aprende que puede llegar a dominar parte del proceso. Así le ocurre con una seta que, según por dónde la muerda, aumentará o disminuirá su tamaño y, por tanteo y error, llega a dominar la cuantía del proceso.
Ilustración de John Tenniel
Interesante es la relación de los tamaños de Alicia en relación a su entorno. Generalmente es Alicia quien debe modificar su tamaño por exigencia del entorno, pero no siempre es así ya que el proceso del cambio de tamaño no lo controla satisfactoriamente y en alguna ocasión se añade una deformación, como la del cuello excesivamente largo, que le porta a entornos diferentes. Pero cualquiera sea el tamaño o deformación de Alicia, hay un entorno que nos resulta creíble, natural, con sus seres vivos que luchan por su supervivencia, preocupados por su defensa ante sus depredadores.
Alicia es la "rara", la nunca adaptada; mientras que los entornos y quienes en ellos viven son naturales, adaptados y extrañados ante ese estrafalario ser, monstruoso a veces, que es Alicia. Pese a ello, siempre hay unos diálogos entre esos seres y Alicia. Diálogos que, aunque parecen tener una coherencia por cada una de las partes, en ocasiones muestran una incomunicación o un no entendimiento.
Con ser interesantes esos diálogos entre distintos seres, me resultan interesantísimos los diálogos que realiza Alicia consigo misma. Son diálogos que buscan a veces una explicación a la situación y en otras ocasiones una solución o salida. Está al principio del libro, en el capítulo 2 cuando ya se han producido algunos cambios, el autodiálogo sobre quién es ella, la reflexión sobre su identidad:
- ¡Dios mío! ¡Qué cosas tan extrañas pasan hoy! Y ayer todo pasaba como de costumbre. Me pregunto si habré cambiado durante la noche. Veamos: ¿era yo la misma al levantarme esta mañana? Me parece que puedo recordar que me sentía un poco distinta. Pero, si no soy la misma, la siguiente pregunta es ¿quién demonios soy? ¡Ah, este es el gran enigma!
Y se puso a pensar en todas las niñas que conocía y que tenían su misma edad, para ver si podía haberse transformado en una de ellas.
- Estoy segura de no ser Ada -dijo-, porque su pelo cae en grandes rizos, y el mío no tiene ni medio rizo. Y estoy segura de que no puedo ser Mabel, porque yo sé muchísimas cosas, y ella, oh, ¡ella sabe Poquísimas! Además, ella es ella, y yo soy yo, y... ¡Dios mío, qué rompecabezas! Voy a ver si sé todas las cosas que antes sabía. Veamos: cuatro por cinco doce, y cuatro por seis trece, y cuatro por siete ...
¡Dios mío! ¡Así no llegaré nunca a veinte! De todos modos, la tabla de multiplicar no significa nada. Probemos con la geografía. Londres es la capital de París, y París es la capital de Roma, y Roma... No, lo he dicho todo mal, estoy segura. ¡Me debo haber convertido en Mabel! Probaré, por ejemplo el de la industriosa abeja.
[Aquí Alicia recita un poema equivocando las palabras]
Cruzó las manos sobre el regazo y notó que la voz le salía ronca y extraña y las palabras no eran las que deberían ser: ¡Estoy segura que esas no son las palabras! Y a la pobre Alicia se le llenaron otra vez los ojos de lágrimas.
- ¡Seguro que soy Mabel! Y tendré que ir a vivir a aquella casucha horrible, y casi no tendré juguetes para jugar, y ¡tantas lecciones que aprender! No, estoy completamente decidida: ¡si soy Mabel, me quedaré aquí! De nada servirá que asomen sus cabezas por el pozo y me digan: «¡Vuelve a salir, cariño!» Me limitaré a mirar hacia arriba y a decir: «¿Quién soy ahora, veamos? Decidme esto primero, y después, si me gusta ser esa persona, volveré a subir. Si no me gusta, me quedaré aquí abajo hasta que sea alguien distinto...» Pero, Dios mío -exclamó Alicia, hecha un mar de lágrimas-, ¡cómo me gustaría que asomaran de veras sus cabezas por el pozo! ¡Estoy tan cansada de estar sola aquí abajo!
"Conócete a ti mismo" es una de las máximas difíciles de llevar a efecto. Lo hacemos por comparación con quienes nos rodean en procesos no del todo conscientes ni explicables. No sé si hay una identidad más o menos estable aunque evolucione, genética, a lo largo de toda la vida, envuelta en formas mudables dependientes del entorno; pero el conjunto es de difícil explicación.
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