fabian | 03 Agost, 2006 18:53
El Mediterráneo occidental es como una caldera de agua caliente. Aún es pronto para que el tiempo cambie, pero hacia finales de este mes o comienzos del próximo se suelen dar las tormentas de fin del verano. Suelen ser con mucho aparato eléctrico y, a veces, con inundaciones. Un cambio brusco de temperatura en la capa baja de la atmósfera hace que la evaporación del agua caliente marina sea muy elevada y se forme gran cantidad de nubes que, según los vientos y las temperaturas, pueden dar lugar a lluvias torrenciales.
Pero aún es demasiado pronto para esos fenómenos. Por la noche ha llovido y en las primeras horas de la mañana el asfalto sudaba vahídos de vapor de agua. Luego, a lo largo del sudoroso día, algunas nubes y ventoleras intermitentes atraviesan las ventanas abiertas produciéndose algunos portazos. El tiempo, siempre viejo y extraño... como nosotros los humanos.
Escultura de Igor Mitoraj
Un vecino me dejó hace pocos días uno de estos libros que editan las instituciones para regalarse entre ellas y que son inencontrables en el comercio. Es grueso y bien editado. Trata sobre los puertos de las Baleares. Me resulta muy interesante. Dejando aparte el gran misterio de los primeros habitantes de los que nada se sabe, estoy en estos momentos enzarzado con las primeras navegaciones de fenicios y griegos. Los primeros por el Sur del Mediterráneo y los segundos por el Norte. En principio navegaciones costeras, exploratorias; luego los primeros asentamientos en lugares donde no fuera muy difícil acercar los barcos, ya por la profundidad de sus aguas, ya por estar a resguardo de las tormentas y, también, por la posibilidad de aprovisionarse, especialmente de agua dulce, aunque también de alimentos básicos. Ebussus (Ibiza) se convierte en un puerto importante fenicio ya en el extremo norte y occidental de su expansión. Mallorca y Menorca quedan en un terreno fronterizo entre los griegos con su gran puerto de lo que será Marsella y los fenicios. Tierra (o mar) de frontera donde las leyes y normas nunca están claras y cambian según las influencias. Siglos más tarde ocurrirá igual, ya entre romanos y cartagineses, ya entre árabes y cristianos.
¡Qué interesante es la historia cuando se tiene tiempo para leer! ¡Y qué importante es la tecnología - en aquellos tiempos, marina -! El libro explica las diferencias entre las naves de guerra y las comerciales. La velocidad, cualquiera fuera el estado de los vientos; poder virar con rapidez... los avances son tecnológicos, entendido este término en su acepción más amplia. El encuñamiento de los maderos de las naves, por ejemplo, confiere al casco una mayor unidad y manejabilidad; situar los remeros de espaldas a la proa fue otro avance, ya que pueden actuar con más fuerza y velocidad; poderosos espolones en la proa a la altura de la superficie del agua permitía embestir contra las naves y romper el casco. Todo un mundo de novedades que, sin leerlo, nunca imaginaría.
Los vientos cierran repentinamente las persianas de mi cuarto de trabajo y mi mente se pregunta si habrá olas en la mar.
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