fabian | 02 Gener, 2013 15:17
María Perea es una profesora de universidad en la novela Misión Olvido de María Dueñas que, para unos meses va a la universidad de Santa Cecilia en California para ordenar los papeles que un hispanista, Andrés Fontana, tres décadas antes había dejado tras su muerte. Siendo ésta la tarea principal, también realiza un cursillo con estudiantes y profesores interesados por temas hispanos.
Recojo a esta profesora en el momento en que organiza un sencillo juego con los alumnos del cursillo:
—Allá por los años setenta hubo un programa muy popular en Televisión Española que se llamaba Un, dos, tres, responda otra vez. ¿Os apetece jugar?
Mi intención, obviamente, iba más allá del mero entretenimiento. Lo que yo pretendía era vincular su mundo al mío de una manera del todo informal. La respuesta fue un sí sin excepción.
—Bien, pues por veinticinco pesetas imaginarias, quiero nombres de ciudades del estado de California con nombre de santo en español. Por ejemplo, Santa Cecilia. Un, dos, tres, responda otra vez…
No me dio tiempo a anticiparles que una norma de aquel viejo programa era arrancar la retahíla de respuestas con el ejemplo porque, antes de llegar a abrir la boca, ya estaban quitándose unos a otros la palabra con la plana mayor del santoral. San Francisco, Santa Rosa, San Rafael, San Mateo, San Gabriel, Santa Cruz, Santa Clara, Santa Inés, Santa Bárbara, San Luis Obispo, San José…
—Suficiente, suficiente… —dije cuando alcanzaron las dos docenas de santos y comprobé que la cosa no parecía decaer—. Bien, y ahora nombres de lugares que pueblen el mapa de California con nombres de simples cosas en español.
Alameda, Palo Alto, Los Gatos, El Cerrito del Norte, Diablo Range, Contra Costa, Paso Robles, Atascadero, Fresno, Salinas, Manteca, Madera, Goleta, Monterey, Corona, Encinitas, Arroyo Burro, La Jolla… Con una pronunciación bastante alejada de la original a menudo distorsionada hasta el límite de lo comprensible, la lista interminable saltaba de unos a otros cubriendo puertos y ciudades, montañas, condados y bahías.
Les expresé con un gesto enfático que ya podían parar.
—Y Chula Vista, junto a San Diego —insistió uno de los alumnos sin resistirse a incluir un nombre más.
—Y el condado de Mariposa —aportó otra incapaz de reprimirse.
—Vale, vale, vale… —insistí.
—Y que no se nos olviden Los Padres y el Camino Real: son el origen de todo.
Quien habló fue el profesor emérito de historia, Joe Super sabía ya que se llamaba. Todos volvimos la mirada hacia él, hacia su camisa hawaiana y sus ojos sabios y azules. Me pidió entonces permiso para decir algo más.
—Por supuesto. Siempre que sea en español.
—Voy a intentarlo con todas mis fuerzas —dijo con un gesto simpático que arrancó una carcajada general—. Los Padres National Forest se refiere a los monjes franciscanos españoles que empezaron la exploración y colonización de California en la segunda mitad del siglo XVIII. Legendary men, ¿cómo se dice legendary?
—Legendarios. ¿Hombres legendarios, quieres decir, Joe?
—Exactamente. Hombres legendarios pushed…
—Empujados —aclaré.
—Gracias. Hombres legendarios empujados por una fuerza que, equivocada o no, los llevó a perseguir sus objetivos con determinación. Y el Camino Real es el resultado: la cadena de misiones que estos padres fundaron a lo largo de toda California.
—Veinte misiones, ¿no? —preguntó Lucas, un estudiante graduado de política internacional.
—Veintiuna —corrigió Joe—. Empiezan en el sur, con San Diego de Alcalá, y acaban en el norte, muy cerca de aquí, en Sonoma, con San Francisco Solano. En España en general no se sabe mucho de esta gran aventura californiana, ¿verdad, Blanca?
—Poco —reconocí con un punto de vergüenza colectiva—. Se conoce muy poco sobre estas misiones, es cierto.
—Y es triste, porque todo eso es parte de vuestra herencia. Una herencia histórica y sentimental que es esencial para vosotros, para nosotros y para todos.
Acabamos el un, dos, tres, retomé el mando de la clase y avanzamos en una sesión entretenida y provechosa durante una hora y cuarto más. Pero en un recoveco de mi subconsciente debieron de quedar bullendo aquellas alusiones a padres, misiones y caminos abiertos, porque en algún momento impreciso recordé que, entre los muchos papeles de Fontana que todavía me quedaban por revisar con detenimiento, había visto por encima algunas referencias a aquel asunto de los franciscanos y sus construcciones. Todos esos documentos estaban aún en unas cuantas cajas apartadas en una esquina de mi despacho, no había empezado a procesarlos despacio. Quizá cuando lo hiciera podrían ayudarme a taponar el hueco de mi ignorancia.
Me quedo con una frase de este fragmento "En España en general no se sabe mucho de esta gran aventura californiana" y me la aplico a mí mismo.
Fray Junípero Serra participó de manera notable en la fundación de algunas de esas misiones franciscanas: San Diego, San Carlos en Carmelo, San Antonio, San Gabriel y San Luis Obispo; San Francisco, San Juan de Capistrano, Santa Clara y San Buenaventura y muere en 1784 cuando comenzaban a establecer la misión en Santa Bárbara. El P. Francisco Palou, amigo y biógrafo, dejó grabadas estas proféticas palabras: «No se apagará su memoria, porque las obras que hizo cuando vivía han de quedar estampadas entre los habitantes de la Nueva California». En 1988, el Papa Juan Pablo II beatificó a Fray Junípero.
La Asociación de Amigos de Fray Junípero Serra de Mallorca ha organizado para este año que comienza algunas actividades en recuerdo de este misionero.
Todas las actividades siempre son en principio positivas, En el 2012 se celebró el Año Alcover y ahora yo, revisando su web, me pregunto si, además de los anuncios que en ella aparecen, no podían haber dejado algo más tras tanta celebración.
Desearía que el año Fray Junípero nos deje algo más que anuncios en Internet.
Bartomeu Bestard: Junípero Serra, sus años palmesanos (DM, 01/07/2012)
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