fabian | 25 Setembre, 2012 15:56
Varios poemas del libro "Meteoros" de Alcover presentan elementos humorísticos simpáticos ya como elementos básicos de la trama o secundarios.
Recojo una parte del poema "Travesía":
De su catalejo armada,
una inglesa, junto á mí,
sobre el hombro la terciada
manteleta carmesí,
y ceñida su alba frente
por la gasa azul que á flote
colgaba gallardamente
del sombrero de hugonote,
con su anteojo recorría,
desde el puente del vapor,
la costa de la bahía,
de Bellver á Lluchmayor.En la sombra se borraban
los celestes arreboles,
y en el mar se reflejaban
las luces de los faroles.
—Tomad—dijo la extranjera—
el horizonte lejano
veréis, como si estuviera
al alcance de la mano.—
Me incliné reconocido,
cogí el óptico instrumento,
busqué en la ciudad el nido
de mi oculto pensamiento,
y, trémulo de emoción,
se detuvo la mirada
en las luces del balcón
de la casa de mi amada.Vi el sofá de terciopelo,
y la luna del armario,
y el retrato del abuelo,
y la jaula del canario.
Vi, al fulgor de las bujías,
una mano femenil
que arrancaba melodías
del teclado de marfil,
y unas parejas graciosas
de niñas y caballeros,
bailando, ceremoniosas,
rigodones ó lanceros.Mi amada su sien reclina
en la silla mecedora,
dirigiendo á la marina
su mirada soñadora.
Un húsar azul, galante,
invitábala á bailar;
ella, su mirada errante
sigue dirigiendo al mar.
Con fino ademán insiste
el alumno de Belona:
mi amada, con aire triste,
á la danza se abandona;
sin saber que, por el lente
suprimida la distancia,
me sofoco en el ambiente
de la iluminada estancia.
Ser curioso es un peligro. Aunque el usuario del catalejo intenta no dar muestras de sentirse herido, la inglesa se da cuenta y recoge el instrumento óptico. Entablan entonces una conversación. "¿Conviene que el hombre vea / lo que no ve á simple vista? / ¿Conviene luchar sin calma / para desgarrar el velo / de los abismos del alma, / de los abismos del cielo?", se pregunta el dolorido amante. "Yo no sé, á fe de español, / para qué saber es bueno / que tiene manchas el sol, / que en el corazón hay cieno.— / La extranjera respondía / con encantador gracejo: / —¿Esa extraña teoría / la inspiró mi catalejo?— / Y una sonrisa de hada / animó sus labios rojos, / y se puso colorada / hasta el blanco de los ojos, / al decirle:—Sí, por Dios, / tenéis algo de adivina; / el mal recibí de vos, / mas también la medicina.—".
Irónicos, humorísticos, con un lenguaje burlón, algo sarcástico, presenta Alcover varios poemas del libro "Meteoros" cuyo título completo es "Meteoros. Poemas, apólogos y cuentos". Y realmente, entretener, divertir son objetivos de estas historias en verso, como la que cuenta "El nido" en que un adolescente quiere regalar a una niña hermosa, Margarita, un nido que ha visto en un tejado. O la primera parte del poema "Inercia", titulada "La fruta prohibida" en que un rapazuelo es castigado por el maestro a estar en una estancia que da a un jardín donde unas colegialas juegan alrededor de un naranjo:
Por mi suerte interesadas,
decían: -¿Que le daremos?
¿Rosquillas? No las tenemos.
¿Naranjas? ¡Están contadas!A la que ose coger una,
grave penitencia impone
la superiora. Perdone
el prisionero que ayuna-Una, empero, la más linda,
con su valerosa mano
arranca un brote lozano
que tres naranjas le brinda.Ante su heroico valor,
mis latidos apresura
no sé qué insana ternura
mezclada con el rubor.Pálida por el delito,
trae el ramo que ha cortado
al ventanillo enrejado
de la clausura que habito.Con febril desasosiego,
su mano por él asoma,
la mía temblando toma
la fruta color de fuego.Bella Eva criminal,
con la fruta prohibida
dióme a gustar la escondida
ciencia del bien y del mal...En una noche se cubre
de flores el árbol verde;
en una noche las pierde
al duro viento de octubre;y súbitas sensaciones
prueban que la vida humana
de la noche a la mañana
cambia también de estaciones...Mordí la fruta, y su esencia
fuego era, bebedizo
de amor, que perder me hizo
para siempre la inocencia.
Las tres naranjas, "el amor de las tres naranjas", antiguo cuento que recogió el ilustrado Carlo Gozzi, que aparecen en las rondaies mallorquines (¿Por qué no están en Internet?), en un cuento de Musset o en la posterior ópera de Prokofiev.
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