fabian | 25 Novembre, 2014 17:43
"El día en que se pueda coger una Guide ó un Itineraire de Majorque que conduzca de la mano al viajero; el día en que se haya inaugurado un elegante y se monte un servicio completo de Hotel, expediciones á Valldemosa, á Sóller, á las Cuevas de Artá, sabiendo que á la hora precisa y sin necesidad de encargarse de ello lo tendrán todo arreglado, desde la comida hasta los carruajes... entonces podremos estar seguros de ver el nombre de Mallorca citado en todas partes y contaremos con esa afluencia que se trata de atraer y estimular" dice Miguel de los Santos Oliver en este artículo en que compara el clima de la isla con el de varias ciudades turísticas. Pero también añade a esa suma de condiciones otra algo inquietante: "El día en que se convenzan de que nuestra manera de ser ha cambiado" indica literalmente. Oliver buscaba emprendedores, temiendo no encontrarlos.
(Segueix)Desde la terraza
(Páginas veraniegas)
VII
Con las glorias se nos habían ido las memorias y no tuve ocasión apropiada para echar también mi cuarto á espadas en un asunto importantísimo: el clima. Alguno de los que hayan tenido la paciencia de leer mis artículos anteriores, tal vez esclamase: —Bien, muy bien, todo está perfectamente; pero ¿y el clima? ¿y las condiciones meteorológicas tan comentadas y discutidas por esos enfermos elegantes de los países del Norte que se ven obligados á emigrar en el rigor del invierno y aún durante la primavera? Contesto yo: —Calma, todo se andará,— muletilla de un acreditado Senador que conocí hace años y nunca tuvo arrebato bastante para arrancar una sola credencial al Ministro.
El clima es inmejorable, el clima es apacible y sereno. Casi estoy por asegurar que no conozco en Europa un clima de mejor tono ni más chic. No se crea que yo trato de formar atmósfera. Los datos cantan. Yo no soy como un simpático Diputado á Cortes por esta isla que se fué á la redacción de su periódico á pedir que reprodujera un pronóstico de Noherlesoom, donde anunciaba lluvia, diciendo con mucha gracia: —Ya lo ven Vdes.; á mi viña le conviene que llueva; reproduzcan esto, que necesito hacer atmósfera... La atmósfera está hecha en las estadísticas y en las observaciones meteorológicas. Estas nos dan la razón de la benignidad que tanto recomienda á la isla de Mallorca. Carece de temperaturas extremas; he aquí la mejor de las recomendaciones. Una inmensa llanura de mar rodea á la isla por todas partes. La atmósfera confinada en ella, así que se enrarece, así que se satura de los efluvios terrestres y de las emanaciones viciosas de la fisiología animal y vegetal, cuenta, para equilibrarse, con el depósito del aire puro y virgen que llega de las salubres soledades marítimas, grandiosas cámaras de ventilación que jamás se contaminan ni agotan. Esa diafanidad y esa limpidez helénica de nuestro cielo, no obedecen á otra causa que á la renovación constante que sufre la atmósfera encerrada en el perímetro que dibujan nuestras costas, merced á las leyes de equilibrio de los gases.
Aunque casi todos los años nieva por la parte de la montaña, es muy poco frecuente que la nevada alcance al llano. En el espacio de los últimos cincuenta años tan sólo han caído cuatro de éstas, que hayan llegado á cubrir los tejados, calles y plazas de la ciudad con una capa de 0'20 m. de espesor. Para muchas generaciones una nevada que blanquee el paisaje ó la cubierta de los edificios, es un espectáculo rarísimo é inusitado, casi tanto como las auroras boreales. Hay sitios, en que no queda memoria de que la nieve haya permanecido más de 24 horas sin derretirse. El termómetro en verano, está muy lejos de alcanzar las elevadas temperaturas de muchas comarcas del mediodía y del interior déla península. Y la humedad que algunas veces se siente en Palma, se debe según el voto de personas peritísimas, más bien que á condiciones atmosféricas, al deplorable estado del subsuelo de la ciudad, sin alcantarillado impermeable, que absorbe todos los restos líquidos devolviéndolos á la evaporación exterior por medio de la capilaridad y de las filtraciones continuas. No achaquemos, pues, esta única inclemencia al cielo, sino á la desidia municipal y sobre todo á la nuestra propia, á la del público de que formamos parte, que no empuja y alienta las radicales reformas higiénicas que necesitamos como el pan de cada día.
Con estas reflexiones presentes, podemos acudir al libro sibilítico de la estadística. Recuerdo todavía algunas de las definiciones que aprendí cuando estudiaba Economía y Estadística, ó el agua chirle que por tal nos daban en la Universidad. Puro nunca ese estudio de las relaciones numéricas de los fenómenos, logró despertar en mí un gran interés. La ciencia que, según Ferrari, «cuenta las pulsaciones de la vida social,» tiene el peor de los defectos para cualquier temperamento medianamente artístico; carece de amenidad. Es seca como un esparto, fría como un ladrillo, uniforme como sus cuadriculados, monótona como la Mancha llana. Tal vez se deba esto al atraso de dicha ciencia, á la cual sus cultivadores no han sabido revestir de formas amenas, artísticas é interesantes, encerrándose siempre en el encasillado proverbial donde forma, por pelotones, un ejército de indigestos guarismos. De aquí nace el apuro en que me hallo al encontrarme con un cuadro comparativo de primera fuerza. Procuraré desmenuzarlo.
Se trata de las diferencias de temperatura entre Palma y otras capitales de importancia y sus datos son tomados de la recopilación del Dr. Wagner. Los grados por qué se cuenta, son grados centígrados. Palma, tiene las siguientes temperaturas medias: invierno, 10'50; primavera, 15'30; verano, 22'70; otoño, 12'48 y la anual de 17'60. París: tiene, respectivamente; 3'30; 10'30; 18'10; 11'20 y 10'8 y por tanto una diferencia anual en menos, de 6'80 Niza obtiene: 9'60; 18'00; 23'20; 12'80 y 15'8 y por tanto otra diferencia, en menos, de 1'80. Génova: 8'30; 13'90; 23'40; 16'50 y por tanto otra diferencia, en menos, de 2'10. Pisa: 7'90; 13'80; 24'10; 17*00 y 15'70 y otra diferencia, en menos, de 1'90. Roma: 8'10; 14'10; 22'90; 16'50 y 15'40 y otra diferencia, en menos, de 2'20. Nápoles: 9'50; 14'40; 23'70; 16'90 y 16'10 y otra diferencia, en menos, de 1'50, Funchal (isla de Madeira): 16'30; 17'30; 2'10; 17'8 y 18'70, con una diferencia, en más, de 1'10. Y El Cairo: 14'50; 23'20; 29'40; 21'50 y 22'19 con una diferencia, en más, de 4'59.
Comparando las cifras transcritas, puede verse que el clima de Mallorca sin ser tan igual y por consiguiente tan suave como el de la isla de Madeira que nos servirá como tipo y que está situada á unos 7º menos de latitud, lo es tanto, con imperceptibles diferencias á nuestro favor, como los de Niza y Nápoles, siendo muy preferible á los de Génova. Pisa y Roma y no existiendo punto de comparación con el de París por mucho más frío, ni con el del Cairo por más ardoroso y sofocante. Las temperaturas de aquellas ciudades presentan mayores diferencias que Mallorca entre las varias estaciones. Puede añadirse, para los que más teman al calor, que hay pueblos como Valldemosa, Escorca, Deyá, donde es imperceptible el verano. Sacad ahora ¡oh vosotros! manes augustos de la estadística, genios del general Ibáñez y de mi amigo errante el Sr. Fajarnés, las consideraciones que se os ofrezcan de las cifras que llevo copiadas. Vean esos buenos de viajeros que van á invernar en Niza, en Génova, en Nápoles, que aquí hallarán las mismas benignidades y clemencias y el mismo sol y la misma luz y las mismas diafanidades etéreas-; y por encima de ello una vegetación cuasi tropical y un paisaje por ninguno igualado.
Mr. Mark, el distinguido Cónsul de Inglaterra en estas islas, no pasa una semana sin recibir alguna carta de Londres ó de Edimburgo ó de otra población importantísima, en que esta ó la otra familia acomodada y este ó el otro potentado, le pidan noticias de Mallorca para pasar en ella las largas temporadas que los ingleses pasan fuera de su país. La contestación es lacónica y expresiva, como de un buen diplomático de Su Magestad Graciosa. «Mallorca es una tierra superior. Paisaje delicioso. Mar magnífico. Clima inmejorable. Falta confort. Hoteles de cuarta clase.» Es decir, con menos circunloquios, lo que ya apuntaba en mi último artículo. Y naturalmente, el buen touriste que recibe estas noticias, como no tenga más afición que la de correr mundo y admirar bellezas, como no sea poco exigente y si muy acomodaticio, prefiere tomar cualquier Guía Jeanne ó Boedeker y marchar á Niza, á Génova, á Nápoles ó á cualquier parte de estos sitios donde sabe que, aún ahorrando sobre los gastos dispendiosos á que lo obliga la alta vida de Londres, encuentra magnífica instalación y toda suerte de comodidades.
De ello, no debe caber duda á nadie. El día en que se convenzan de que nuestra manera de ser ha cambiado; el día en que se aumenten las facilidades de comunicación; el día en que la publicidad periodística haga llegar á todos los extremos del mundo la seguridad de encontrar los medios de que hoy por hoy se carece; el día en que se pueda coger una Guide ó un Itineraire de Majorque que conduzca de la mano al viajero; el día en que se haya inaugurado un elegante y se monte un servicio completo de Hotel expediciones á Valldemosa, á Sóller, á las Cuevas de Artá, sabiendo que á la hora precisa y sin necesidad de encargarse de ello lo tendrán todo arreglado, desde la comida hasta los carruajes... entonces podremos estar seguros de ver el nombre de Mallorca citado en todas partes y contaremos con esa afluencia que se trata de atraer y estimular.
Preparemos lentamente, pero con absoluta confianza, esta obra realizable. Por la parte humildísima que tal vez me corresponda de ella, puedo asegurar que antes de dar fin á esta desaliñada serie de Páginas veraniegas, indicaré todavía otros puntos, concretando hasta donde sea posible la forma que vislumbro como más á propósito para llevar á cima, en medio de todos los clamores del éxito y de todos los provechos del lucro, esa aspiración que ya reconozco como general á todos los mallorquines.
(La Almudaina, 11 de Septiembre de 1890)
fabian | 25 Novembre, 2014 11:32
A este sexto artículo, Miguel de los Santos Oliver le da forma de carta dirigida a una persona que le ha felicitado por los anteriores. En la fecha en que escribe esta carta (1890), en Mallorca no había ningún hotel; el primero se creó en 1905 y la isla pasaba una mala situación económica que se plasmaba en una fuerte emigración. La industria turística ya existía en algunos países europeos como Francia, Suiza, Italia Oliver cree que esa industria podía ser una solución y en estos artículos la propone a sus conciudadanos. La dificultad está en que alguien con capital suficiente y con empeño y conocimiento se lanzase a la creación de un buen hotel. Será una década después cuando Juan Palmer Miralles creará el primer hotel de gran lujo, el "Grad Hotel" de Palma (ver Los comienzos del Grand Hotel de Palma). Tal como Oliver suponía, tras ese primer hotel llegarían otros.
Del Portfolio de Baleares. Guía de Mallorca de Benito Pons Fábregues, publicado en 1922 recojo tres anuncios de hoteles para ilustrar esta entrada.
Desde la terraza
(Páginas veraniegas)
VI
Sr. D.:
Estimado amigo y señor mío: Entre las inesperadas felicitaciones que me han valido estos pobres articulillos, viene á sorprenderme y halagarme la de V. por lo cordial y lo expansiva. No presuma usted que saco á colación ese éxito tan inmerecido de mis Páginas veraniegas, por la pueril satisfacción que pueda producirme. Ay! Lejos están los tiempos en que esto, tal vez, hubiera formado mi delicia. Me encuentro ya en un verdadero periodo de transición de mis antiguos anhelos y mis falaces esperanzas, que evolucionan hacia lo práctico y lo utilitario. De la misma manera, las nieblas vaporosas, como un ensueño, que se tienden arrastrando sus velos sutiles sobre los valles adormecidos por una especie de estupor, se agrupan para formar las nubes y aquel vapor acuoso que flotaba en la atmósfera, con apariencias ideales, se condensa en las opulentas gotas de una lluvia sonora y fecundísima.
Por tanto, si alguna vez me pierdo en esa evaporación del espíritu y parece mi fantasía vagar en una especie de suspensión atmosférica, es para que condensada caiga en forma de rocío benéfico sobre el espíritu de los mallorquines, avivando su afición á las cosas de la tierra ó haciendo brotar los ocultos gérmenes de la iniciativa que mañana, tal vez, fertilizará y embellecerá estas soledades. Y lo único que verdaderamente me regocija de las felicitaciones á que aludo, es el asentimiento que prestan á mi opinión y el interés, que según traducen, va despertándose en la mente de muchos. Esto es lo primero, esto es por ahora lo único necesario. Que nos convenzamos de que hay mucho que hacer y mucho que explotar. Que veamos claro nuestros méritos y nuestros atrasos, los tesoros y las rutinas en que yacen sepultados é infecundos.
Como escribo estos párrafos sin método alguno y los apunto al vuelo, esto es, tal como se me ocurren las ideas, no recuerdo ya si fué en el último ó el penúltimo artículo que ofrecí ocuparme de lo que hace falta aquí para atraer gentes y hacer del todo grata su permanencia. No es difícil el resolverlo. Falta confort, en todo. Siento mucho el haber tenido que usar esta palabra extranjera: pero como también es aquí extranjera la idea que significa, no cabía decirla de otro modo. Entenderemos por confort, seguramente tanto V. como yo, el conjunto de comodidades, de cuidados y de requilorios que ayudan á hacer agradable la vida, que mantienen el reposo corporal indispensable para el equilibrio del espíritu, que defienden al hombre de los rigores naturales, coloreado todo, por un cierto tinte de arte y de belleza hasta lograr esa clásica hibridación del utile dulci. El confort es naturalmente relativo al medio social y fisiológico en que se ha educado cada cual. El mozo de labranza ó el grumete, resisten impertérritos el relente de la noche y la humedad de la lluvia, el frió glacial lo mismo que el sol de Agosto, porque se han ido acostumbrando é ello de una manera lenta, diaria y constante. Se han cumplido poco á poco las leyes de la adaptación y su cuerpo está modelado según las exigencias exteriores. Para éstos, son superfluidades la estufa perenne, el abrigo de pieles, los cristales herméticos, la ducha fría para reaccionarse, etc.
En cambio la señorita delicada, que desde niña ha vivido al abrigo del soplo menos violento, que tiene la encarnadura fina y sutil por herencia, cuyos padres y ascendientes llevaron siempre una vida sedentaria preparando esa relajación y esa delicadeza corporales, que se ha criado, en suma, ni más ni menos que como se crían en el invernadero las flores más exquisitas ó intangibles, no puede resistir cinco minutos el aire que entra por una rendija mal ajustada. De la misma manera, todo cuanto se refiere no ya á las inclemencias, sino al arte, á las reformas, al pulimento exterior. Nosotros nos ponemos ahora dentro de estos carricoches que llamamos carriles y estamos tranquilos y contentos con que desempeñen á la buena de Dios el fin puramente mecánico de trasportarnos de un punto á otro. Pues bien, ninguno de esos viajeros distinguidos á que me refiero (y no importa que sea un potentado, basta que sea una persona de condición media, un fabricante, un ingeniero, un escritor), ninguno de esos extranjeros, repito, deja de ocuparlo sin repugnancia y de observar sin disgusto el coche deslucido y roto, los asientos polvorosos, el pasamanos mugriento, el cochero que fuma y sostiene diálogos llenos de interjecciones en presencia de su cliente correcto y estirado, etcétera, etc., cosas todas á que se aviene por fuerza, por la razón de los razones.
Muchos confunden lastimosamente el confort con el sibaritismo, y nada tan opuesto, sin embargo. El sibaritismo es la gula, es la comodidad, es el regodeo de todos los sentidos corporales convertidos en fin único y supremo de la vida. En cambio, lo otro no es más que un medio ayudador del temperamento y de la higiene para cumplir el más racional de los preceptos, la conservación y el perfeccionamiento paralelos del cuerpo y del alma. Es la flor de la higiene, ó si se quiere, la higiene poetizada y acicalada. Desgraciadamente no lo entienden ni pueden entenderlo así en todas partes. La sobria raza española, célebre siempre por su frugalidad (hija de su crónica pobreza) no necesita de tantos perfiles y primores para vivir á gusto. Esto está bien. Cuando no se siente una necesidad, no hay que implantarla artificialmente. Lo que está mal, es no formarnos cargo de la índole ajena y juzgar las ajenas necesidades por las propias. Esto de que nosotros nos abstenemos, es imprescindible para muchos de los que vendrían y no vienen desanimados por tal falta.
V. lo sabe perfectamente: aquí no se encuentra la suma de comodidades apetecibles, sobre todo para el que no cuenta con una vivienda particular de que se le haga partícipe. La vida de hospedaje está bastante atrasada y con este calificativo espero que nadie podrá quejarse de mi prudencia. No se crea, ni por asomo, que trato de culpar á nadie ni de mortificar á nadie; pero no se puede negar que las seis ó siete fondas que aquí existen, no tienen las condiciones necesarias. No es una exageración ni una malquerencia. Ello está á la vista. Si Larra pudiese resucitar y viniese á Mallorca, generalmente hablando, tendría que tratar á nuestras fondas como trató á las de Madrid en su época.
Siguiendo mi generalización, tendría que admirar casas viejas, cuartos reducidos y pobremente amueblados, camareros con chinelas, en mangas de camisa y fumando alguna vez (como los cocheros). Si pidiese un cuarto con una pila para el baño de limpieza, no le encontraría. Cuando se acercase á buscar el pulsador del timbre eléctrico, no lo habría. Cuando esperase á un camarero correcto y respetuoso se presentarían los joviales mozos peinados al estilo flamenco, con tufos agitanados y sin las costumbres del bien servir.
Cierto, que algunas de nuestras fondas llenan las necesidades del momento, para albergar á todas aquellas personas que viajan con modestia ó vienen para negocios ú ocupaciones precisas. A parte de esto, aunque hay elementos bastantes para obtener cuando se quiere una comida delicada y hasta un banquete selecto, de diario los Restaurants no presentan ningún servicio notable. Falta haría, que mi distinguido compañero D. Angel Muro, aderezase una de las sabrosas Conferencias culinarias que está dando ahora á la estampa, recomendándoles, ya que no variedad y perfección en los platos, que esto lo logran alguna vez, mayor atildamiento y esmero en el servicio, en la vajilla y en la manera de presentar una cena ó un almuerzo á los que allí se alimentan, introduciendo esa nota alegre y atractiva de la cristalería deslumbradora y del ajuar elegante y limpio, que es el más gustoso y el más espiritual de todos los aperitivos.
Quedamos, pues, y espero que V. estará conforme en ello, que lo más descuidado por ahora, es lo que con más urgencia se requiere para lograr la transformación que hemos indicado una y otra vez. Lo primero que se necesita para poder aspirar á esa animación y á ese visiteo y á esas preferencias de la moda, es un Hotel en grande escala, suntuoso, bien amueblado, bien servido, con habitaciones preparadas para familias, etc. De esto y de los baños y de un paseo verdad, de un paseo con arbolado, propio para fiestas nocturnas, y del servicio de expediciones á los sitios más pintorescos ó interesantes y de la construcción de chalets aislados y amueblados para alquilarlos ó venderlos y de otra multitud de ideas que me bullen en la cabeza, le escribiría á V. hoy; pero hay tela para rato y como el tiempo me apremia y además, (Y. me perdonará esta desafinación juvenil) deseo ir esta tarde al Tiro de la Pedrera á ver caras bonitas, etc., le pido mil perdones por todo, le agradezco, su cariñosa felicitación y le ofrezco,, que á no faltarme Dios y ayuda, le resarciré de todo ello, otro día, desde el periódico. Suyo afectísimo amigo.
(La Almudaina, 7 de Septiembre de 1890)
Oliver cita a un cocinero amigo suyo que está preparando un libro sobre la cocina mallorquina: Angel Muro. Tal vez sea el autor de La cuyna mallorquina : colecció de receptes (1897).
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