fabian | 25 Setembre, 2014 15:53
Antonio Cabrer Verger (1785 - 1846) fue un personaje harto singular. Sacerdote, párroco de San Nicolás de Palma, liberal perseguido por los absolutistas, a partir de 1819 se le levantan numerosas causas por inmoral, predicar doctrinas erróneas, contrabando; en 1825 sería encarcelado por vez primera. Pide ser trasladado por motivos de salud a Valldemossa y en 1836 alquila su celda a George Sand. Laura Jurado en uno de sus estupendos artículos El Clarín de la espeleología (elmundo.es, 28/06/2011), además de tratar su figura, nos habla de su obra:
Dos reveses menguaron la posteridad espeleólogica de Antoni Cabrer. En sus expediciones nocturnas a las cuevas de Artà descubrió los grafitos de incursiones realizadas dos siglos antes que le privaban de ser su descubridor.
En 1840 vendría el segundo mazazo: el libro que resumía sus aventuras cavernícolas se convertía, por sólo un año de diferencia, en la segunda monografía publicada sobre una cavidad balear. Su labor fue, sin embargo, pionera en extensión y rigurosidad.
Tal como cuenta Laura Jurado, Antonio Cabrer es recordado (?) por dar a conocer las cuevas de Artá en su obra Viaje a la famosa gruta llamada Cueva de la Ermita en el distrito de la Villa de Arta de la Isla de Mallorca (en pdf y epub), digitalizada por Google Book sobre un ejemplar existente en la Biblioteca de Cataluña de la edición de 1840 impreso por Pedro José Gelabert.
Casi un siglo después, en 1931, apareció "Relato de un viaje a las cuevas de Artá, efectuado en 1840 / por Antonio Cabrer ; ilustrado con litografías del siglo XIX-- Reimpreso-- Palma de Mallorca : Tip. de la Hija de J. Colomar, 1931" que es el que encontramos en las bibliotecas.
Recojo de las páginas iniciales, de "Al lector", donde primero critica cierto papanatismo del mallorquín ante lo que le cuentan de fuera de la isla, un corto fragmento:
Grabado de la edición de 1931. Recogido en Ricardo Giménez
.A mas de los dichos me mortifican otros á quienes el común de los honbres califica de discretos,y les tiene por de aquella especie, que saben gastar bien el caudal, proporcionando al ingenio un verdadero adelantamiento. Esto es, aquellos honbres curiosos que invierten cuantiosas sumas en ver reinos estraños, pasear lejanas regiones, correr provincias enteras con apuro de un viaje de largos años, sin saber primero en que consisten las preciosidades de su patria, y riquezas de su solar. Van en busca de palacios suntuosos, apetecen se les proporcione la vista de casas magnificas, fábricas soberbias, y los edificios de mayor nonbradía, sin acordarse de que en su rincón saborearán mejor la curiosidad de sus deseos. Van á.admirar aquellos remotos jaspes que á costa de un grande arte buriló el artífice, famosas entalladuras en finos mármoles que hizo por sienpre célebre la maestría de su autor; ó aquellas columnas de una altitud estremada que hicieron tan famosa la habilidad del sabio constructor; y se dejan en perpetuo olvido aquellos otros primores estraordinarios, que arquitectónica natura vá levantando con diestra y continua aparición en las oscuras cavernas de los casi intransitables montes de nuestra isla.
Vamos pues á ver en su taller á la admirable naturaleza, y considerar á esta su obra maestra, que salió sin mas diseño que el que se labró ella misma, atienda á la descripción que voy á formar, primeramente el Mallorquín , á quien tal vez su preocupación hará incrédulo: no tenga por fábula cuanto se vá á referir de esta cavidad de la tierra tan magestuosa y respetable, cuando puede informarse de la seguridad del relato por medio de aquellos personages que han ya bajado en sus tenebrosos senos, ó por sí propios enprendiesen reconocerlos: debiendo advertir, que por mucho parezca hiperbolice la pluma, no llegará jamás á pintar la pura realidad. Podian atestiguar tanto rasgo de belleza y primor varios sabios naturalistas, que tuvieron la curiosidad de conprobarlo con la esperiencia; y no faltó entre éstos quien afirmase, habiendo reconocido solamente lo menos importante de la Gruta; debia llevar el tinbre y decirse, la nona Maravilla del mundo: Pero sin reparo alguno podrá calificársela de ser la primera y mas atrevida obra de la naturaleza; y confio abundarán en este sentir, los que llegaren á conprender la magnitud de sus elegantes facturas. Hace memoria la antigüedad mas remota de distintos geógrafos que la. celebraron con muy encunbrados elogios; y en nuestro tienpo, lo que en sus observaciones criticas escribió sobre de ellas D. Isidro Antillon; y posteriormente varios otros, que hablaron de este natural fenómeno como de una cosa la mas digna de verse y admirarse. Salgamos pues, por medio de lo que ofrece la descripción del viaje, á dar una idea tan sencilla y minuciosa , como fuese dable, de las cosas que yo mismo observé, dentro de este cóncavo del mundo, en el espacio de seis horas, que por primera vez, estuve en él; añadiendo por notas, ciertas variaciones que he advertido y lo que puede haberlas causado en el tienpo que ha transcurrido desde 1807 hasta 1840 en que doy á luz el consabido viaje, por observaciones que he hecho y noticias que he adquirido pasando allá al intento. El lugar topográfico que ocupa ese famoso cuadro de la naturaleza es otra de las bellezas que ofrece el distrito y pais de Artá, y no deja de ser el primor que le dá mas nonbradía. El punto donde ostenta su magnifica entrada es en la costa Marítima de los montes de este nombre, en la parte de levante á la orilla del mar, cuyo cabo sobre que yace, es conocido en el mapa Balear con el nonbre Cap Vermey.
Laura Jurado dice: "Su relato fascinado repasa las esculturas naturales que se abrían a su paso –«un mal carado león, un señudo perdiguero», relata– así como las oquedades y fuentes de agua que encontraba en el camino, y cuyo tamaño apuntaba en «palmos» y «pies». «Los recursos e instrumentos con los que contaba eran muy pobres, por eso sus medidas están bastante equivocadas», señala el estudioso Climent Garau. Errores por los que, pese a la exhaustividad, resulta muy difícil reconocer hoy las salas que reseña. Pese a que reconoce que su intención es sólo «la descripción de lo que vimos en estos vastos subterráneos al tiempo de recorrerlos», Antoni Cabrer muestra su inquietud por conocer la datación y la causa de formación de la gruta. «¿Qué antigüedad le podremos conceder a esta obra?», se pregunta. Su reflexión iba más lejos para estalagmitas y estalactitas que atribuía a «la mayor o menor gravedad que reside en los pensiles que van fluyendo de las primeras capas de aquellos peñascos que las cubren»."
Y continúa contando que allá donde este sacerdote creía que nadie había llegado, encontró dos grafitos, uno de una señora del siglo XVI, lo que le produjo cierto abatimiento.
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