fabian | 12 Juny, 2012 10:41
"Feliz quien en la tierra alcanza / los ímpetus del ave de la aurora", son los versos finales del soneto "La alondra", ave que se lanza a la altura como flecha, "ebria de inmensidad y de luz pura". Es una imagen literaria la del ave que vuela alto, que confiere a esa altura valores positivos de nobleza, de sabiduría y de esfuerzo. "Vuela amigo, vuela alto" cantaba una canción. Pero algunos poetas muestran otros planos de esta imagen; ya San Juan de la Cruz indicaba su soledad. Costa y Llobera para el vuelo del ave: "hasta que de pronto, fatigado el vuelo, / al surco vuelve de la gleba obscura" y nos muestra a esta ave ("del color del suelo" la describía en el segundo verso) posada sobre el campo. La comparación es inmediata: "así mi corazón", "desde el árido yermo donde mora / cantando [...] se lanza, / y vuelve a la aridez desoladora. // Aquí, rendido, su miseria llora ...".
Miguel de los Santos Oliver, quien marchó a Barcelona quizás huyendo de esta ciudad de Palma (¿de esta aridez desoladora?), lee los poemas de este sacerdote que vive en Pollença. Ya escribió de él en sus artículos de "La literatura en Mallorca" cuando Costa había publicado sus primeros libros y, según dice, en otros artículos que desconozco. Oliver indica tres períodos en la poesía de Costa. Sus poemas relacionados con la isla le entusiasman. El primer período lo ciñe a sus años estudiantiles; el segundo a los años que pasó en Roma para ser sacerdote y el tercero a sus poemas posteriores. Líricas recoge poemas de su primer período, como este soneto de "La Alondra", y los poemas escritos enItalia.
"No sin íntima melancolía he ido releyendo - indica Oliver -, página por página, las Poesíes de Costa. Con ellas van enlazados recuerdos personales de mi oscura vida literaria y al compás de sus versos he visto desfilar fechas, nombres, impresiones, solemnidades, todo un período de más cuatro lustros para la que con tanta indulgencia ha sido llamada «escuela mallorquína», período que unos han aprovechado en labor paciente, depurada y valiosa y que otros han visto disiparse en la grata pereza de la contemplación y en el estéril imaginar de proyectos y esperanzas no llegadas á término. Como acicate de los disciplicentes y como freno de los impetuosos y atolondrados, levantábase la figura de Costa, siempre igual y placentero. Vuelto de Roma, allá desde 1890, su vena fluía mansa y dulcemente, sin avenidas torrenciales ni súbitos y largos agostamientos." [...]
La figura de Costa, en las palabras de Oliver, se me presenta tranquila, agradable, centrada en la población a la que sirve como sacerdote. Oliver, en el artículo presenta el contraste entre el trajín constante de una ciudad populosa y el sosiego de una población como Pollença. "Mas, ¡ah!, feliz quien en la tierra alcanza / los ímpetus del ave de la aurora" son los versos finales de ese hermoso soneto de Costa. Y el poeta alcanzó las alturas.
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