fabian | 02 Març, 2010 16:30
Ayer fue el aniversario del nacimiento de Chopin. En Mallorca también se celebró aunque las televisiones locales no dieran cuenta del hecho. Hay una web chopin 2010 que informa sobre los conciertos que se realizarán a lo largo del año. Está bien. Lo mejor que se puede hacer para recordar a un artista es mostrar su obra, por lo que - en el caso de un músico - realizar conciertos. Pero también, ya a nivel particular, ir escuchando y conociendo su obra poco a poco. Escuchar una obra un día y otra pieza otro día. Para esto la bitácora me va muy bien pues la que pongo la escucho repetidas veces con lo que, de alguna manera, me "hago más con ella", expresión que no sé cómo podría explicarse. Completar la audición con algún texto es un reto interesante. Yo lo voy haciendo al azar de lo que encuentro - caracolas en la playa -, con lo que no sé qué resultará al final.
Nocturno Op. 15 n.º 2
En fa sostenido mayor
Wikipedia: Nocturnos (Chopin)
No dice nada más la Wikipedia sobre este nocturno
Jamás he creído que la libertad del hombre consistiera en hacer lo que quiere, sino más bien en no hacer nunca lo que no quiere; y ésa es la que siempre he reclamado, con frecuencia conservado, y por la que he constituido el mayor escándalo para mis contemporáneos. Porque para ellos, activos, bulliciosos, ambiciosos, que detestan la libertad en los demás y no la quieren para sí mismos, con tal de hacer alguna vez su voluntad, o más bien de dominar la del otro, se molestan toda su vida en hacer lo que les repugna y no omiten nada servil para luego mandar. Por lo tanto, su error no ha sido apartarme de la sociedad como un miembro inútil; sino proscribirme como un miembro pernicioso: porque he hecho muy poco bien, lo confieso, pero en cuanto al mal, en mi vida ha entrado en mi voluntad, y dudo que haya algún hombre en el mundo que haya hecho realmente menos que yo.
Jean Jacques Rousseau: Sueños de un paseante solitario (pág. 60)
A veces he pensado con bastante profundidad; pero raramente con placer, casi siempre mal de mi grado y como por fuerza: la ensoñación me descansa y me divierte, la reflexión me fatiga y me entristece; pensar fue siempre para mí una ocupación penosa y sin encanto. A veces mis ensoñaciones acaban en la meditación, pero más a menudo mis meditaciones acaban en la ensoñación, y durante estos extravíos mi alma erra y planea por el universo en las alas de la imaginación en éxtasis que superan a cualquier otro goce.
Mientras disfruté de ésta en toda su pureza, cualquier otra ocupación me resultó siempre insípida. Pero cuando, una vez lanzado en la carrera literaria merced a extraños impulsos, sentí la fatiga del trabajo del espíritu y lo importuno de una celebridad desgraciada, al mismo tiempo sentí languidecer y entibiarse mis dulces ensoñaciones, y muy pronto obligado a ocuparme, a pesar mío, de mi triste situación, no pude volver a encontrar ya, sino raramente, los queridos éxtasis que durante cincuenta años me habían valido de fortuna y de gloria, y sin más gasto que la del tiempo, me habían hecho en la ociocidad el más feliz de los mortales.
Incluso había de temer en mis ensoñaciones que mi imaginación amedrentada por mis infortunios no volviera finalmente de ese lado su actividad, y que el continuo sentimiento de mis penas, al encogerme el corazón por grados, no me abrumara finalmente con su peso. En tal caso, un instinto que me es natural, haciéndome huir de toda idea entristecedora, impuso silencio a mi imaginación, y fijando mi atención sobre los objetos que me rodeaban, me hizo detallar por primera vez el espectáculo de la naturaleza, que casi no había contemplado hasta entonces más que en masa y en su conjunto.
Los árboles, los arbustos, las plantas son el adorno y el vestido de la tierra. Nada hay tan triste como la vista de una campiña desnuda y pelada que no ofrece a los ojos más que piedras, limo y arena. Pero vivificada por la naturaleza y ataviada con su traje de bodas en medio del curso de las aguas y del canto de los pájaros, la tierra ofrece al hombre en la armonía de los tres reinos lleno de vida, de interés y de encanto, el único espectáculo en el mundo del que sus ojos y su corazón no se cansan jamás.
Jean Jacques Rousseau: Sueños de un paseante solitario (pág. 62)
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