fabian | 22 Febrer, 2010 20:04
Algún periódico comienza a hacerse eco del bicentenario del nacimiento de Chopin. Hoy es el periódico elmundo.es quien presenta tres artículos encabezados por Con Chopin en el psiquiatra, escrito por Luis de Rivera, quien repasa un poco la biografía del músico. Hay algún dato o aseveración que me parece dudoso como cuando dice que "fue un mal estudiante". Chopin estudió música en el Conservatorio de Varsovia y su calificación final fue "Genio", calificación que creo que no es en absoluto frecuente y posiblemente única en los estudios oficiales. Pero bueno, aparte de algún dato de este tipo, dan una idea de la personalidad del músico.
Nocturno Op. 9 n.º 3
El tercer y último nocturno del Op. 9 está escrito en si mayor y presenta una estructura ternaria A-B-A. La primera parte, con tempo allegretto, contrasta con la segunda, que es agitato. La sección central tiene tintes dramáticos y una melodía y una contramelodía en la mano derecha y tresillos en la mano izquierda. Esta parte B exige un alto grado de virtuosismo.
La pieza está llena de ornamentos coloristas y termina con un amplio acorde en la mano izquierda, acompañado tresillos en la derecha que deben tocarse senza tempo, es decir, ‘sin tempo’. Los tresillos, en una octava aguda, llevan a un adagio legatissimo smorzando.
Wikipedia: Nocturnos (Chopin)
El comienzo de la Revolución Francesa y el advenimiento del romanticismo, que ocurrieron en los últimos años del siglo XVIII, fueron casi contemporáneos. Antes de aventurarnos a establecer una conexión causal, puede ser pertinente indicar que estos dos acontecimientos compartieron una característica esencial: a saber, la irrupción de lo irracional. Esto puede decirse de la Revolución Francesa, pese al hecho bien conocido de que muchos contemporáneos suyos creyeron que anunciaba ya la anhelada Edad de la Razón. Kant, Condorcet, Godwin y Hegel son ejemplos notables de esta actitud. Sin embargo, al ir desenvolviéndose la revolución, otros contemporáneos la saludaron por razones precisamente opuestas. Lo que aquel gran acontecimiento había inaugurado, afirmaban, era el establecimiento de la vida humana sobre una base de puro sentimiento. Tampoco podía negarse que la revolución había desencadenado poderosas fuerzas irracionales, hasta entonces contenidas por una sociedad tradicionalista y jerárquica; los románticos consideraron como sumamente favorable este giro de los acontecimientos. En cierto sentido puede decirse que la explosión de los impulsos irracionales subconcientes que caracterizó tantos aspectos de la revolución fue la señal de batalla de los románticos contra la razón. Así pues, la revolución ayudó a lanzar el movimiento romántico. Pero sólo hasta allí podemos suponer una conexión causal. Y esto no es más que una suposición, pues también podría argüirse que la gran rección contra el racionalismo habría ocurrido asimismo sin la revolución, aunque, en ese caso, puede suponerse que habría necesitado más tiempo para cobrar impulso.
[...]
Durante el período romántico, la excesiva valuación del lado racional del hombre fue atacada de muchas maneras distintas y en varios terrenos. La batalla contra la razón como "Primera Maga" se entabló por toda Europa o, al menos, en todas las partes de Europa que antes habían caído bajo la influencia de la racionalista Ilustración. Mientras el romántico español Espronceda en su poema "El estudiante de Salamanca" maldecía el tormento de la razón, el más destacado romántico polaco, Mickiewicz, en un poema intitulado "Romanticismo", declaraba que el sentimiento y la fe le atraían más que el ojo y el cristal de aumento del hombre sabio, y el italiano Leopardi colocaba las más altas cualidades del corazón por encima de las de la razón. En Inglaterra, Coleridge - a quien Basil Willey considera como el principal representante de la reacción europea contra el siglo XVIII -, sostuvo que sólo el hombre de profundos sentimientos podía alcanzar los pensamientos profundos. Debe notarse que cuando los románticos se valían del término "sentimiento" estaban hablando de lo que los psicólogos de hoy llamarían "sensación" o "sensibilidad", pues entonces era desconocida la distinción entre "sentimiento" (función racional, según C. G. Jung) y "sensación" o "sensibilidad" (función irracional)
H. G. Schenk: "El espíritu de los románticos eoropeos" Fondo de Cultura Económica, 1983; (Original de 1966), págs. 25 - 26
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