fabian | 27 Juny, 2007 17:56
Cuando ayer regresábamos del paseo nos encontramos con un concierto de la banda de Palma. El ambiente era agradable bajo la Catedral y nos quedamos a escucharlo hasta el final.
Concierto de la Banda Municipal bajo la Catedral
Son muy agradables los conciertos de la banda y son seguidos por bastante gente mayor. Tocan en distintos lugares de Palma, ya la Plaza Mayor, ya los jardines de s'Hort del Rei, ya aquí, bajo la catedral. Así que el escenario es magnífico bajo estos pinos y está alejado del trajín ciudadano.
Para mí es un espectáculo la banda; pero no sólo un espectáculo: es música, buena música para escuchar. No he de decir que los músicos son magníficos profesionales. Pero la idea que quisiera exponer hoy en este cerrado diálogo conmigo mismo radica en la concepción de la música por sí misma, como discurso sonoro que no necesita otros elementos tales como el escenario, movimientos, luces, bailes, etc. Despegarse de todos estos elementos no es fácil hoy en que la música quieren convertirla en "espectáculo total" al que tan aferrados están los jóvenes.
El público de ayer seguía con atención el discurso musical - eran piezas de jazz - sin necesidad de levantarse ni mover los brazos ni dar palmadas ni gritar, etc. Una banda de música es en sí misma un espectáculo para la vista. Con el oído sigues los sonidos de los clarinetes y los diferencias de las tubas al tiempo que distingues con la vista sus hermosos instrumentos. Con grupos de alumnos he asistido bastantes veces a un ensayo de la banda y todas las veces me ha parecido que los adolescentes, en la cercanía a los instrumentos, habían disfrutado y vivido una experiencia. Al salir comentaban las vibraciones que habían sentido en el vientre con el ataque de los timbales o de los tambores o el sonido profundo y rítmico de las tubas o el estrépito agudo de las trompetas o el sonido aterciopelado de clarinetes y saxos ... La banda es un espectáculo. Pero - y no sé por dónde ir - quisiera acercarme al discurso sonoro desnudo, sin espectáculo, sin escenario, porque sólo es en ese momento cuando la música es sólo música, sin aditamientos.
Claro es que un concierto es una situación colectiva que se establece en quien toca, individual o grupo, y en quien asiste al concierto. Esta situación, tan común en la música, me confunde. Pienso en la pintura: en el momento de pintar la situación es individual, como en la escritura. El acto de la presentación de la pintura o de la escritura es posterior y en él ni se pinta ni se escribe. La obra llega ya hecha y se presenta. Para ver un cuadro o para leer un escrito no necesito ni focos ni danzantes ni movimientos corporales extraños ni gritos. En la música no ocurre así. Los momentos de creación son varios: uno es el de la composición, otro es el de la recreación (de volver a crear). Estos dos momentos son sin público, sin espectadores ni focos ni danzantes. Pero el momento de presentación al público no es el de la obra realizada y terminada, sino que es el de una nueva recreación, la cual se hace esta vez de cara al público.
Me pregunto si el público no es también un aditamiento ajeno al discurso sonoro puro sin focos ni danzantes ni escenarios. En tal caso, un concierto musical es algo diferente a lo que es la música en sí misma, en que unas personas elaboran un discurso musical centradas exclusivamente en el propio discurso sin más y en el que un espectador es un elemento extraño, ajeno, que debiera pasar inadvertido, como si no estuviese.
El hecho está en que para algunos músicos de coros o grupos musicales, los momentos más intensos se viven en algunos ensayos, especialmente cuando se está empezando a dominar una obra. Mientras que los conciertos pertenecen a otra clase de experiencias.
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