fabian | 16 Octubre, 2006 16:23
Miquel Costa i Llobera fue un poeta mallorquín que escribió - como Joan Alcover en las dos lenguas. En la isla es casi popular su poema "El pi de Formentor" o "El pino de Formentor". Extraño fue que, en una comida familiar, los jóvenes desconocían totalmente que hay un poema de Costa i Llobera titulado "El pino de Formentor" en castellano, publicado en su obra Líricas de 1899. La única versión que conocían era la publicada en Catalán en 1907 que guarda sólo algunas diferencias para la versificación y rima. Extraño pues creíamos que en la escolaridad actual había un mayor conocimiento de la literatura realizada en las islas, pero parece ser que sólo dan una parte de ella.
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Hoy he acudido a la biblioteca pública, Can Salas. He pedido las obras completas de Miquel Costa i Llobera y me han sacado un libro, no excesivamente grueso, publicado en 1947 (sorprendente), de la Biblioteca Perenne de la Editorial Selecta de Barcelona. Me ha sorprendido la fecha, 1947, pues era la posguerra. No es la primera vez que encuentro obras en Catalán publicadas en esos años.
Miquel Costa i Llobera fue un magnífico poeta en las dos lenguas. Sus poemas son largos, por lo que se hacen un poco pesados de copiar. Era sacerdote y su espíritu religioso aparece en muchos poemas. Voy buscando los que tratan sobre la naturaleza. En Castellano hay unos cuantos. "Crepúsculo en noviembre", "Crepúsculo de agosto", "¡Luz!" ... Sus versos son muy cantarines: "[...] Me place en este silencio / la voz pausada y lejana / escuchar de la campana / que nos invita a rezar. // Cuántas veces al sonido / de aquesta voz solitaria / mi madre dulce plegaria / a balbucear me enseñó. // También ahora levanto / hacia el cielo el alma mía, / mas no ya en su compañía / que ella el mundo abandonó. // ¡Ay!, el humano en su infancia / entre juegos y sonrisas / respirar puede las brisas / sin cuidado ni temor. // Y reclinar su cabeza / en el regazo materno... / Si está triste un beso tierno / puede acallar su dolor. // ¿Y será que hallar no pueda / ni una madre cariñosa, / ni la paz del alma hermosa / que apetece el corazón? [...]" Preciosa "La noche de verano".
En pocas páginas encuentro una que habla del otoño. Magnífica, pero larga, muy larga para transcribir en una bitácora. Hay una hermosa descripción del otoño, en estrofas de diez versos va hablando de las aves, las nubes, el corto atardecer, la tormenta, el viento, el mar, los torrentes ... Y luego continúa con una reflexión sobre los malos tiempos que viven ("[...]Mas esta vez la invasión / no trae de hordas extrañas. / ¿Bárbaros? ... ¡En sus entrañas / los lleva cada nación! [...]". Bueno, intentaré copiar algunas estrofas.
Busto de Miquel Costa i Llobera en Lluc
Postrimería de otoño
Su corona ya deshecha
triste el otoño deshoja
y hace que el campo recoja
su más tardía cosecha.
El ansia al fin satisfecha,
la fecundidad ya inerte,
en el aspecto se advierte
de esta avanzada estación,
que sugiere al corazón
los recuerdos de la muerte.Emigran de sus moradas
las golondrinas leales,
y de tierras boreales
llegan obscuras bandadas.
De lluvias, cierzo y nevadas
son las aves precursoras,
que las tardías auroras
cantando no alegrarán,
pues con las flores se van
también las voces canoras.Ante la noche creciente
amengua el día, y pesadas
las nubes aglomeradas
oprimen el vago ambiente.
A la luz del sol poniente
fingen tal vez en sus tonos
volcanes de ardientes conos,
incendiadas cordilleras,
monstruos, ángeles, quimeras
y apocalípticos tronos.Aun pinta formas extrañas,
cuando la noche se extiende,
ese nublado que enciende
mudo el rayo en sus entrañas.
Presienten las alimañas
la tormenta ya segura;
y el mar, que apenas murmura
aguarda con estupor
al genio exterminador
que presa grande le augura.Tras anuncio prolongado,
al fin, como rey tremendo,
con furia avanza y estruendo
el temporal concitado.
Ruge el piélago encrespado,
y espumas lanzar intenta
a los riscos; se lamenta
el monte; aúlla el pinar,
que ondulante como el mar,
agítase en la tormenta.Y el viento, que arrecia sobre
la enorme rompiente blanca,
sus luengas crines le arranca,
que esparce el bruma salobre.
A dejar su choza pobre
se aventura el pescador,
que, entre codicia y horror
acecha por dar alcance
a los despojos que lance
el abismo tentador.Ya la cerrazón profunda
en diluvio se derrama,
y el torrente que rebrama
las hondonadas inunda.
Del mar las iras secunda
esa rojiza corriente
que lleva en su espuma hirviente
troncos, aperos, ganado,
con que del mar no aplacado
los despojos acreciente.Roto al fin su mimbo aciago,
el aquilón ya se aleja,
que en estas orillas deja
señales de horrendo estrago.
El sol con tímido halago
serena ya el nuevo día;
mas no difunde alegría
sobre la tierra postrada
que si sonríe, es bañada
en grave melancolía.Volvió la paz: su faena
prosigue el duro labriego,
dando al campestre sosiego
lenta y honda cantilena.
¡Cuán sugestiva resuena
del halago la canción!
Es su nota la expresión
del que sufre en labor ruda,
siembra esperando y saluda
lejano su galardón.Cantar de rústica gente,
en su vaga melodía
concentra la poesía
del grave tiempo presente
oyendo esa voz doliente
perderse en lejano són,
pienso en la grave estación
que sobre este siglo avanza
y nuestro horizonte alcanza
con su negra cerrazón.Carácter de otoño imprime
de este siglo a la vejez
esa triste pesadez
que al mundo cansado oprime.
Ni la juventud se exime
de esa íntima congoja
que entre placeres se aloja
en las almas y naciones
cuyas secas ilusiones
tenaz un viento deshoja.Se van, se van los poetas;
y sin ideal, sin estro,
un arte frío y siniestro
turba las mentes inquietas.
¡Ay! Públicas o secretas
apostasías doquier,
han hecho desfallecer
el gran sostén de la vida,
que, yerma y entristecida,
ya sólo aspira al no ser.El signo otra vez asoma
de aquel otoño que, adverso,
hizo ver al universo
la gran caída de Roma.
Es el signo de carcoma,
de ruína y disolución ...
Mas esta vez la invasión
no trae de hordas extrañas.
¿Bárbaros? ... ¡En sus entrañas
los lleva cada nación!En tanto, por más que espante
este otoño, si podemos,
como el rústico llevemos
nuestra labor adelante.
Y nuestro espíritu cante
su canción que dice: - Espera,
trabajando persevera;
confía al surco el buen grano,
que nunca se esparce en vano
de Dios en la sementera. -Miquel Costa i Llobera: Obres Completes, pág 765 y ss.
Un poco largo. Yo hubiera dejado las últimas estrofas sin copiar, pero las que tratan el otoño me parecen muy interesantes. Además son de buen recitar. Posiblemente este poema sea de 1897 o próximo a él, hace más de un siglo. Sobre los vientos, las nubes, las aves, la tormenta, las cosas no han cambiado; podemos reconocerlos hoy. Pero sí sobre sus efectos. Afortunadamente, creo, ya no es frecuente que una riada mate el ganado. Posiblemente es que hay menos.
fabian | 16 Octubre, 2006 11:03
En el Diario de Mallorca del viernes pasado, Joan Riera publica en su columna Sa Torreta un artículo sobre la escultura del navegante Jaume Ferrer de Joan Grauches que se encuentra en la Plaza de Atarazanas de Palma. Me ha parecido de bastante interés y como los artículos periodísticos son de muy difícil o casi imposible localización en Internet pasados pocos días, lo reproduzco aquí.
Jaume Ferrer, en Drassanes
¿Cómo afronta un escultor la representación de un personaje sobre cuya existencia se tienen muy pocos datos? Este problema se le debió plantear a Joan Grauches cuando recibió el encargo de esculpir la figura de Jaume Ferrer. Sabemos tan poco del creador de la escultura como del personaje.
Ese Jaume Ferrer que mira hacia el horizonte por entre los edificios del Consolat de la Mar y ses Minyones fue uno de los grandes navegantes mallorquines. En 1346, más concretamente el 10 de agosto, día de San Lorenzo, llegó al río de Oro, en las costas de lo que hoy es Gambia. Fue el primer europeo conocido en navegar por las costas del África. Lo hizo tres cuartos se siglo antes de que llegaran allí los marineros portugueses.
En ocasiones se afirma que es catalán y en otras se le atribuye un origen mallorquín. Sin embargo, el dato no tiene mayor importancia porque el siglo XIV un mallorquín podía ser llamado catalán sin temor a que se desatara ningún conflicto.
La escultura de Joan Grauches sobre Jaume FerrerLa escultura de Grauches sustituyó a una anterior de Jacint Mateu que había sido inaugurada en 1843. El municipio no se mostró muy generoso a la hora de pagar y el artista llegó a amenazar a un concejal con derribar la escultura si no le abonaban sus emolumentos. En cualquier caso, la estatua de Mateu duró poco más de 70 años. En 1915 estaba tan deteriorada que el consistorio decidió sustituirla por la actual, que costó 2.140 pesetas.
Observo el monumento y concluyo que conocemos más sobre los avatares de estas piedras que sobre el héroe que las ha inspirado. Tal vez esta es la razón por la que el artista tuvo que sobrecargarla con símbolos que reforzaran su carácter marinero. Este palmesano estático viste capa, calzas y camisa corta. En su cinto, un puñal corto. A sus pies, un timón, una cuerda, un ancla rota y un noray. La columna sobre la que se yergue tiene dos deterioradas cabezas de león de los que brota el agua de una fuente. Una única inscripción: "Jaime Ferrer, navegante mallorquín del siglo XIV".
La referencia escrita a su hazaña africana procede del Atlas català de los cartógrafos Abraham y Jafudà Cresques. Frente a las costas de Africa se escribe "Partich luxer dn Jac Ferrer per anar al de l´or al gorn de Sen Lorens quj es a X de agost e fo en lany MCCCXLVI".
Joan Riera: Jaume Ferrer, en Drassanes en Diario de Mallorca del 13 de octubre de 2006
Interesantes artículos los que escribe Joan Riera.
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