fabian | 14 Setembre, 2006 18:23
Recojo unos pocos minutos de esa música que me resulta extraña y la subo a Internet. Luego la escucho un rato; al día siguiente otro rato y al día siguiente otra vez. Así hasta que desaparece de la página inicial de la bitácora. Al final ya no me parece tan rara pese a que no llegue a gustarme extraordinariamente; entonces pienso que no soy un marciano.
Rosetón de la iglesia de San Miguel
En el año 1986 la biblioteca de la ciudad de Los Angeles se incendió, concretamente el 29 de abril. Charles Bukowski tenía 66 años y, en su recuerdo, escribió un largo poema titulado "El incendio de un sueño". Yo lo leí ya hace bastantes años en unos libritos muy pequeños de poesías y no sólo me gustó, sino que quedé sorprendido ante el poeta ("Cuando estás en la calle / es cuando te das cuenta de que / todo / tiene dueño / y de que hay cerrojos en / todo. / Así es como funciona la democracia: / Coges lo que puedes, / intentas conservarlo / y añadir algo / si es posible. / Así es también como funciona / la dictadura, / sólo que una esclaviza / y la otra destruye a sus / desheredados"). Es urbano, callejero y áspero. Y, también y sorprendentemente, bibliófilo.
la vieja Biblioteca Pública de Los Angeles
ha sido destruida por las llamas.
aquella biblioteca del centro.
con ella se fue
gran parte de mi
juventud.estaba sentado en uno de aquellos bancos
de piedra cuando mi amigo
Baldy me
preguntó:
"¿vas a alistarte en
la brigada
Abraham Lincoln?""claro", contesté
yo.pero, al darme cuenta de que yo no era
un idealista político
ni un intelectual
renegué de aquella
decisión
más tarde.yo era un lector
entonces
que iba de una sala a
otra: literatura, filosofía,
religión, incluso medicina
y geología.muy pronto
decidí ser escritor,
pensaba que sería la salida
más fácil
y los grandes novelistas no me parecían
demasiado dificiles.
tenía mas problemas con
Hegel y con Kant.lo que me fastidiaba
de todos ellos
es que
les llevara tanto
lograr decir algo
lúcido y/
o
interesante.
yo creía
que en eso
los sobrepasaba a todos
entonces.descubrí dos
cosas:
a) que la mayoría de los editores creía que
todo lo que era aburrido
era profundo.
b) que yo pasaría décadas enteras
viviendo y escribiendo
antes de poder
plasmar
una frase que
se aproximara un poco
a lo que quería
decir.entretanto
mientras otros iban a la caza de
damas,
yo iba a la caza de viejos
libros,
era un bibliófilo, aunque
desencantado,
y eso
y el mundo
configuraron mi carácter.vivía en una cabaña de contrachapado
detrás de una pensión de 3 dólares y medio
a la semana
sintiéndome un
Chatterton
metido dentro de una especie de
Thomas
Wolfe.mi principal problema eran
los sellos, los sobres, el papel
y
el vino,
mientras el mundo estaba al borde
de la Segunda Guerra Mundial.
todavía no me había
atrapado
lo femenino, era virgen
y escribía entre 3 y
5 relatos por semana
y todos
me los devolvían, rechazados por
el New Yorker, el Harper´s,
el Atlantic Monthly.
había leido que
Ford Madox Ford solía empapelar
el cuarto de baño
con las notas que recibía rechazando sus obras
pero yo no tenía
cuarto de baño, así que las amontonaba
en un cajón
y cuando estaba tan lleno
que apenas podía
abrirlo
sacaba todas las notas de rechazo
y las tiraba
junto con los
relatos.la vieja Biblioteca Pública de Los Angeles
seguía siendo
mi hogar
y el hogar de muchos otros
vagabundos.
discretamente utilizábamos los
aseos
y a los únicos que
echaban de allí
era a los que
se quedaban dormidos en las
mesas
de la biblioteca; nadie ronca como un
vagabundo
a menos que sea alguien con quien estás
casado.
bueno, yo no era realmente un
vagabundo. yo tenía tarjeta de la biblioteca
y sacaba y devolvía
libros,
montones de libros,
siempre hasta el
límite
de lo permitido:
Aldous Huxley, D.H. Lawrence,
e.e. cummings, Conrad Aiken, Fiódor
Dos, Dos Passos, Turguénev, Gorki,
H.D. Freddie Nietzche,
Shopenhauer,
Steinbeck,
Hemingway,
etc.siempre esperaba que la bibliotecaria
me dijera: "que buen gusto tiene usted,
joven."
pero la vieja
puta
ni siquiera sabía
quién era ella,
cómo iba a saber
quién era yo.pero aquellos estantes contenían
un enorme tesoro: me permitieron
descubrir
a los poetas chinos antiguos
como Tu Fu y Li
Po
que son capaces de decir en un
verso más que la mayoria en
treinta o
incluso en ciento.
Sherwood Anderson debe de haberlos
leído
también.también solía sacar y devolver
los Cantos
y Ezra me ayudó
a fortalecer los brazos si no
el cerebro.maravilloso lugar
la Biblioteca Pública de Los Angeles
fue un hogar para alguien que había tenido
un
hogar
infernal
ARROYOS DEMASIADO ANCHOS PARA SALTARLOS
LEJOS DEL MUNDANAL RUIDO
CONTRAPUNTO
EL CORAZÓN ES UN CAZADOR SOLITARIOJames Thurber
John Fante
Rabelais
De Maupassantalgunos no me
decían nada: Shakespeare, G.B. Shaw,
Tolstói, Robert Frost, F. Scott
FitzgeraldUpton Sinclair me llegaba
más
que Sinclair Lewis
y consideraba a Gogol y a
Dreiser tontos
de rematepero tales juicios provenían mas
del modo en que un hombre
se ve obligado a vivir que de
su razón.la vieja Biblioteca Pública de Los Angeles
muy probablemente evitó
que me convirtiera en un
suicida,
un ladrón
de bancos,
un tipo
que pega a su mujer,
un carnicero o
un motorista de la policía
y, aunque reconozco que
puede que alguno sea estupendo,
gracias
a mi buena suerte
y al camino que tenía que recorrer,
aquella biblioteca estaba
allí cuando yo era
joven y buscaba
algo
a lo que aferrarme
y no parecía que hubiera
mucho.y cuando abrí el
periodico
y leí la noticia sobre el incendio
que había destruido la
biblioteca y la mayor parte de
lo que en ella habíale dije a mi
mujer: "yo solía pasar
horas y horas
allí ..."EL OFICIAL PRUSIANO
EL ATREVIDO MUCHACHO DEL TRAPECIO
TENER Y NO TENER
NO PUEDES RETORNAR A TU HOGAR.Charles Bukowski: El incendio de un sueño (en "El documentalista enredado")
Rosetón de San Miguel, interior
Muy larga y no sé cómo quedará en la página. ¿Por qué me he acordado hoy de ella? Leía sobre los canteros y los símbolos y las marcas que dejaban en las piedras. Todo, explicaciones incluídas, ininteligibles para mí, marcas, signos inexcrutables.
Y es que hay días así, en que al final te das cuenta de que no has sacado nada en limpio. Y no sólo al final, sino que hora tras hora vas sintiendo cierto sinsabor, no de inutilidad sino de algo que necesita tiempo, mucho tiempo y que aún estás muy lejos de conformar y clarificar unas ideas que son todavía una nebulosa indefinida, imprecisa.
Así que, ante un día sin fruto visible, he acudido a Bukowski, siempre descreído, irónico, iconoclasta, bocanada de aire fresco para un día sin historia.
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