fabian | 08 Juny, 2006 17:39
En algún momento el mundo cotidiano se torna raro, extraño, desconocido, ajeno.
Un anciano permanecía inmóvil sentado sobre una cama. Vestía un pijama. Sólo eso. Permanecía inmóvil sentado sobre una cama. Su mirada no iba hacia el exterior. Tampoco hacia sus recuerdos. Cerca de la cama había una mesa con unos folios amontonados; junto a la mesa una silla giratoria. En un momento cualquiera el hombre se levanta y se sienta en la silla. Ve los papeles en los que reconoce su letra que escribió sobre su vida; la cual en ese momento le es ajena, no está en su pensamiento. Éste, en esos momentos, sólo está ocupado en el movimiento giratorio que le ofrece la silla.
Extraña historia que leía esta mañana y que ocupaba sólo dos planas pertenecientes a una nueva novela que Paul Auster publicará a final de año.
Sobre la piedra, atravesando las rectas líneas que señalan las horas, aparecen otras, sinuosas y extrañas entre cuyos extremos están los signos del zodíaco.
Líneas rectas y claras. No ofrecen ningún misterio. Cada mañana salgo de casa a la misma hora llevando en la mano una cartera con libros y cuadernos. Bajo en el ascensor, atravieso el vestíbulo y el umbral de la puerta que da a la plaza. La luz es variable según la época. En invierno aún es de noche y, en el camino, va amaneciendo. Ahora ya no. Ya ha amanecido cuando salgo. Atravieso una plaza donde hay unos bancos. Desde hace unos días hay un hombre durmiendo sobre el banco. Es un anciano de largo pelo lacio y canoso. Su cara es agradable y noble. Cubre su cuerpo con una especie de saco de dormir. No está echado sobre el banco sino sentado, apoyado su cuerpo sobre el respaldo del banco en el que reposa su cabeza. Aparenta unos ochenta años, pero su piel blanquecina y su aspecto cuidado no es la de una persona callejera curtida por el sol, los vientos, las temperaturas. Y, sin embargo, desde hace pocos días, debe pasar la noche en el banco arropado en su saco de dormir.
Líneas curvas, sinuosas, que atraviesan las claras rectas horarias. Inquieto paso junto a su cuerpo inmóvil, dormido. ¿Qué le ocurre a este hombre? Su soledad me preocupa. Al regresar del instituto no lo he visto nunca. Tanto sus ropas como su aspecto son las de un hombre aseado, limpio, incluso curioso.
Encuentro en la prensa una explicación sobre esas líneas sinuosas de los relojes de sol. Lo explica Joan Serra i Busquets en Els signes del zodíac i els rellotges de sol (pdf) del Diari de l'Escola. Esas líneas sirven para acordarnos del día en que estamos.
Líneas rectas y líneas curvas ... todo son líneas. Se juntan, se atraviesan, se separan, giran, vuelven. ¿Es el destino - ese antiguo concepto que creíamos superado - quien dirige las líneas o somos nosotros? No lo sé, pero yo no domino los factores que rigen mi vida. Son muchos; algunos me parecen conocidos, pero muchos otros no lo son. También los hay azarosos, que van a su bola o a la bola que sale en cada momento, veletas que modifican sus direcciones.
Me han interesado las líneas escritas por Paul Auster. Sólo eran unas líneas de un libro que aún no se ha publicado. Me preocupa ese anciano que pasa las noches sobre un banco. Cuando paso, duerme. ¿Qué hacer?
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