fabian | 02 Setembre, 2005 18:13
Ha caído en mis manos un libro interesante:
Reis Fontanals: L'aigua a ciutat de Mallorca: la siquia de la vila al s. XIV.
Lleonard Muntaner, Editor, S.L. (ISBN: 8496242218) 2004
Este libro nace de una tesis doctoral. Es un trabajo de análisis y ordenación de datos de un antiguo códice conservado en el "Arxiu del Regne de Mallorca". Se trata del Códex Sagarriga en el que se recogen las actuaciones que el gobernador Francesc Sagarriga realizó en 1381 en que la falta de agua y los abusos en su distribución provocaron ciertos escándalos.
El análisis de a quiénes llegaba el agua y en qué caudal ofrece un retrato de la "Ciutat de Mallorca" (éste era el nombre de Palma y que aún se sigue utilizando hoy) no sólo en su aspecto físico sino, sobre todo, en relación con el poder. Los habitantes normales no tenían la posibilidad de que llegara el agua hasta sus casas o patios y tenían que aprovisionarse de las fuentes públicas, mientras que a los poderosos bien que les llegaba una ramificación de la acequia.
Se nota que la autora ha realizado un análisis exhaustivo de todos los lugares y de todos los nombres que aparecen en el códice. Quienes tenían una salida de agua tuvieron que documentarla. Así el códice contabiliza 156 usuarios que tenían agua en su casa, de los cuales sólo 89 pudieron documentar su derecho. Hay que tener en cuenta que sólo había doce fuentes públicas en las que se tenían que proveer la mayor parte de los habitantes.
La autora organiza la información de los nombres de las calles, plazas, mercados, barrios, puertas (de la ciudad), fuentes, conventos, iglesias, hospitales, sinagogas, etc. que aparecen en el códice y nos indica dónde estaban relacionándolo con la Palma actual. Sigue el trazado de la acequia:
Itinerarios de la acequia (Sèquia de la Vila) en la Ciutat de Mallorca
La descripción del canal que llevaba el agua potable por la ciudad constituye el eje del Còdex Sagarriga. Dentro de la ciudad, la acequia dejaba su trayecto rectilíneo y se adaptaba a la sinuosidad de las calles y a los desniveles que le marcaba el terreno. Varias ramificaciones distribuían el agua por la población. Las fuentes públicas, las plazas, los mercados, todos los elementos del paisaje urbano citados, aparecen a lo largo del texto en función del recorrido de los canales. En este capítulo se intentarán reconstruir los itinerarios del agua siguiendo las descripciones que proporciona el manuscrito. Los inspectores que examinaban la acequia anotaron con cuidado todas sus características, los nombres de los usuarios y las calles y edificios a los que surtía, sin saber que en realidad estaban explicando no sólo la canalización que querían describir sino también la morfología de la ciudad y sus habitantes.
(Traducción de parte de la página 85)
"Font del Sepulcre" en la calle Concepción de Palma
De las doce fuentes públicas que se nombran en el Códex Sagarriga (1383) ("de l'Esvaïdor", "del Mercat del Fil", "de Sant Domingo", "de Santa Eulàlia", "de la Ferreria", "de Na Xona", "de la Plaça del Pa", "de la Porta Major del Call", "del Sepulcre", "de la Monederia", "de la Palanca" y "del Moll"), sólo aparecen en el Plano de Garau (1644) dos, además del "Abeurador del Temple", que son la "Font de Santa Eulàlia" y la del Sepulcre. En la actualidad sólo de esta última queda la edificación.
La Font del Sepulcre en el Plano de Garau (1644)
fabian | 02 Setembre, 2005 13:11
El pasado viernes, día 20 de febrero, cayó sobre Mallorca una lluvia de barro. A media tarde las nubes tamizaban la luz con un tono opalino, típico de estos vientos del Sur, provenientes de África. Poco después las calles y coches se cubrieron de gruesos lamparones de un barro marrón - otras veces son más blanquecinos, más arenosos, como si provenieran del desierto -.
No es infrecuente que ocurra un fenómeno de estos. A veces, como este verano, el aire se muestra opaco y caliente durante varios días. Las arenas del desierto pasan flotando sobre la isla oscureciendo levemente la luz solar. En ocasiones caen junto con la lluvia; otras veces no; sin embargo se quedan adheridas a la piel. Notas los minúsculos granos sobre la piel de la cara.
En el sur de Marruecos hay un viento en forma de torbellino, el aajej, contra el que los fellahin se defienden con cuchillos. Otro es el áfrico, que a veces ha llegado hasta la ciudad de Roma. El alm, viento otoñal, procede de Yugoslavia. El arifi, también llamado aref o rifi, abrasa con numerosas lenguas. Ésos son vientos permanentes, que viven en el presente.
Hay otros menos constantes, que cambian de dirección, pueden derribar a un caballo y su jinete y se reorientan en sentido contrario al de las agujas del reloj. El bist roz azota el Afganistan durante ciento setenta días... y entierra aldeas enteras. Otro es el caliente y seco ghibli, procedente de Túnez, que da vueltas y más vueltas y ataca el sistema nervioso. El haboob es una repentina tormenta de polvo procedente de Sudán que se adorna con brillantes cortinas doradas de mil metros de altura y va seguida de lluvia. El harmattan sopla y después se pierde en el Atlántico. Imbat es una brisa marina del África septentrional. Algunos vientos se limitan a suspirar hacia el cielo. Hay tormentas nocturnas de polvo que llegan con el frío. El jamsin, bautizado con la palabra árabe que significa «cincuenta», porque sopla durante cincuenta días, es un polvo que se levanta en Egipto de marzo a mayo: la novena plaga de Egipto. El datoo procede de Gibraltar y va acompañado de fragancias.
Otro es el ______, viento secreto del desierto, cuyo nombre suprimió un rey después de que su hijo muriera arrastrado por él. El nafhat es una ráfaga procedente de Arabia. El mezzar-ifoullousen, violento y frío procede del Sudoeste; los bereberes lo llaman «el que despluma las aves de corral». El beshabar -«viento negro»- es otro viento sombrío y seco procedente del Nordeste, del Cáucaso. El samiel -«veneno y viento»- procede de Turquía y se aprovecha a menudo en las batallas. Tampoco hay que olvidar los otros «vientos envenenados»: el simoon del norte de África, y el solano, cuyo polvo arranca pétalos preciosos y causa vahídos.
Otros son vientos locales, vientos que pasan a ras de suelo como una inundación, descascarillan la pintura, derriban postes de teléfono y transportan piedras y cabezas de estatuas. El harmattan recorre el Sáhara con polvo rojo, polvo como fuego, como harina, que entra y se coagula en los cerrojos de los fusiles. Los marineros llaman a ese viento el «mar de las tinieblas». Brumas de arena roja procedentes del Sáhara han llegado hasta lugares tan lejanos como Cornualles y Devon y han producido lluvias de lodo tan intensas que se han confundido con sangre. «En 1901 se habló de lluvas de sangre en muchos lugares de Portugal y España.»
En el aire hay siempre millones de toneladas de polvo, como también hay millones de metros cúbicos de aire en la Tierra y más seres vivos dentro del suelo (gusanos, escarabajos, criaturas subterráneas) que pastando y viviendo sobre él. Herodoto registra la muerte de diversos ejércitos envueltos en el simoon, a los que no se volvió a ver. Una nación «se enfureció tanto con ese perverso viento, que le declaró la guerra y avanzó en perfecto orden de batalla para resultar rápida y completamente sepultada».
Las tormentas de polvo registran tres formas: el remolino, la columna y la cortina. En el primero desaparece el horizonte. En la segunda te ves rodeado de «djinns danzantes». La tercera, la cortina, «aparece teñida de cobre: la naturaleza parece arder».
Copiado de: Michael Ondaatje: El paciente inglés. Editorial Plaza & Janés
Artículo publicado en Reflejos con el título: Lo que los vientos arrastran el 23 de febrro de 2004.
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