fabian | 26 Gener, 2005 18:14
Las estrellas son hermosas, pero no pueden participar activamente en nada, tienen que limitarse a observar eternamente. Es un castigo que les fue impuesto por algo que hicieron hace tanto tiempo que ninguna estrella se acuerda ya de lo que fue.
Es verdad que la literatura es siempre fantasiosa y, sin embargo, tengo la impresión que probablemente es lo que más puede acercarnos a la realidad. Porque aunque la realidad tenga una parte medible, transformable en números, tiene también otra parte a la que no se puede acceder sino con emoción, con empatía. Así como es un peligro sólo quedarnos en la fría objetividad, otro peligro está en que esa empatía, ese acercamiento subjetivo nos atrape y engulla con tal fuerza que sea difícil y hasta doloroso desapegarnos de él.
Desde hace unos días los artículos de esta bitácora llevan textos literarios. Supongo que es una temporalidad. Me ocurre con frecuencia. Cuando me interesa un tema tecnológico, por ejemplo, hay unos días en que los artículos llevan esa temática. Repentinamente cambia el interés y ese cambio dura también unos pocos días. Variable, voluble en mis intereses y en mis escritos y meditaciones.
Hoy me he encontrado con esta frase del autor de Peter Pan. Frase que, me ha parecido, está escrita en el libreto de esta obra teatral de James Barrie (Gran Bretaña, 1860-1937). En tiempos inmemoriables las estrellas fueron castigadas a permanecer ajenas a cuanto observaban. Fue el castigo por algo que hicieron y que se ha olvidado. Lo que no ha quedado olvidado es el castigo.
¿Es incompatible la belleza con la participación? Creo que de alguna manera sí. La participación supone el esfuerzo, el relacionarse con los materiales y con las personas. Al participar no podemos ocultarnos, ni tampoco, en mayor o menor medida, que las manos se entrelacen con la materia. Iba a decir que se ensuciaran, pero no me parecen unas manos con el barro que trabajan que estén sucias, o con la tinta con la que escriben o con la tiza con la que explican... No, no son manos sucias. Son manos que participan. Quizás no parezcan tan hermosas como las lejanas estrellas, pero tal vez un día consideraremos más bellas las tiznadas manos que laboran y construyen que las impólutas manos que sólo observan y no participan.
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